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Actualizado: 19 de mayo de 2025
»Debo anunciarle que nuestro buen Sa-Tó apareció hace días de regreso de Tien-Hó, con el labio partido y leves contusiones en el hombro, habiendo salvado solamente del saqueo una litografía de Nuestra Señora de los Dolores, que por la dedicatoria manuscrita veo que perteneció a vuestra respetable mamá. »Mis valientes cosacos se quedaron allá en un pozo de sangre.
Cinco minutos después la casa estaba entregada al saqueo; el trineo se cargó de jamones, de carnes saladas y de pan; fue sacado el ganado de los establos y los caballos se engancharon al coche grande. El convoy no tardó en ponerse en marcha, con Robin a la cabeza, tocando la trompa, y detrás los guerrilleros, que empujaban las ruedas.
Estenoz, Ivonet, Surín, Lacoste, todos los llamados jefes del Partido Independiente de Color, que habían de convertirse poco después en cabecillas del movimiento armado, convencidos de que con promesas de futuras ventajas políticas no lograrían despertar el dormido entusiasmo de sus parciales, recurrieron al criminal expediente de excitarlos á la lucha, propalando las más calumniosas especies contra los blancos, y ofreciéndoles como horribles trofeos de victoria, el saqueo de nuestros hogares, la sangre de nuestros hombres y la honra de nuestras mujeres.
Sin hacer el menor caso del llanto de los niños, ni de las súplicas de las mujeres, aquellos desalmados se entregaron al saqueo. Nada respetaron, y haciendo del incendio un complemento del robo, bien pronto convirtieron aquel apacible y floreciente lugar en un verdadero infierno.
A la caída de este gobierno, el 6 de noviembre de 1865, el populacho saqueó varias de las oficinas de palacio, y desapareció la bandera, que acaso fué despedazada por algún rabioso que se imaginaría ver en ella un comprobante de las calumnias que, por entonces, inventó el espíritu de partido para derrocar al presidente Pezet, vencedor en los campos de Junín y Ayacucho, y a quien acusaban sus enemigos políticos de connivencias criminales con España, para someter nuevamente el país al yugo de la antigua metrópoli.
En los numerosos inventarios de los tesoros de los templos, se trata del samit de Persia, de Egipto, de Alejandría, el baudequin de Bagdad, etc.... En el saqueo de Antioquia en la toma de Constantinopla en Damieta los Cruzados encontraron entre otras riquezas, cantidad de telas.
Tosía, agarrándose a la mesa, como si la cólera le amagase con una congestión, y pudiera caer redondo en el suelo. Luego vinieron las lamentaciones del industrial. ¡Para esto había servido el saqueo que durante su ausencia había hecho en sus mejores vinos el empecatado pariente!
Mira qué de furiosos; teas encendidas, sangre, saqueo, confusión: todo ese ruido son nueve letras: fanatismo palabra-loco-de-atar; sin embargo, nadie la ata. ¡Ah! aquí viene la palabra-arlequín, la palabra-camaleón. ¡Qué de faces, qué soltura! todos corren tras ella: inútilmente. Mira cómo la quiere coger la palabra-pueblo, gran palabra. La primera tiene ocho letras, libertad.
La compañía de Don Lope de Figueroa, formada con bandidos de Sicilia , que iba en el galeón de Cicala, se sublevó; dió muerte al sargento, saqueó la carga, y poniendo fuego al resto escapó á tierra, sin que pudieran aprehender más de 25 ó 30 individuos los que acudieran á remediar el desorden.
D. Nicolas Herrera, que deseaba mas que todos llegase el caso de egecutar el saqueo, publicaba en todas partes el razonamiento de Pagador, y continuando sus diligencias, entró en casa de D. Casimiro Delgado, que á la sazon estaba jugando con D. Manuel Amezaga, cura de Challacollo, y con Fray Antonio Lazo, del Orden de San Agustin.
Palabra del Dia
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