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Actualizado: 7 de julio de 2025


Iba a salir del cuarto, cuando notó en el suelo un papelito doblado que había sido empujado por la puerta cuando él la abrió. Desdobló el papel y leyó estas líneas escritas en lápiz con mano trémula. «Elena, parto para salvarte. Suceda lo que suceda, no temas nada. Mi promesa será cumplida. Dentro de dos horas quedarás libre para siempre

He visto ya su palidez y sus temblor cuando comprendió que yo sospechaba su infamia. Si entonces no hubiera temido descubrirle mis proyectos, le hubiera confundido, porque podía hacerlo. Pero en eso caso se hubiera escapado y no podrías salvarte. Le tranquilicé, por el contrario, y le una falsa pista para conservar mi libertad de acción.

La condesa tomó el billete y lo leyó. Al principio sus labios se contrajeron de rabia; pero en seguida una sonrisa irónica apareció en sus labios. «Parto para salvarte. Dentro de algunas horas serás libre para siempre»... ¡Ah! ¡Ah! ¿No es más que esto? ¡Ya veremos! El cuarto de Elena está cerrado, ¿no es cierto, Mathys? ¿No comprendéis que es una nueva molestia que Federico quiere causarnos?

Y aun cuando lo quisiera, me traicionaría yo mismo. No soy ya más que una pobre y vieja ruina, y no soy dueño de mis nervios. Lo notarían a la primera ojeada. Mas, para que no hayas... suplicado... en vano... a tu tío... quiero... por lo menos... ensayar. Por ti y por Roberto, es necesario ante todo salvarte. ¡Día de Dios!

No puede salvarte ni el saber que no posees, ni la familia que te falta, ni el trabajo que desconoces. Dime, la protección de la señorita Florentina ¿qué sentimientos ha despertado en ti?...

Pero sea de ello lo que se quiera, el anciano médico se adelantó rápidamente hacia el ministro y le asió del brazo. ¡Insensato, detente! ¿qué intentas hacer? le dijo en voz baja. ¡Haz seña á esa mujer de que se aleje! ¡Haz que se retire también esta niña! Todo irá bien. ¡No manches tu buen nombre, ni mueras deshonrado! ¡Todavía puedo salvarte! ¿Quieres cubrir de ignominia tu sagrada profesión?

Óigalas usted: He mentido, para morir... Yo no podía... Gracias... Perdón... Esas fueron, sus postreras palabras. Yo quise morir con ella. Tenía en la mano el arma, y la volví contra mismo; pero alguien me apretó en ese momento el brazo como con una tenaza. Alejandra estaba delante de : ¡ tienes que vivir! ¡Debes vivir! ¡Debes salvarte! ¡Déjame hacer!... Yo no comprendía.

Si yo te abandono, pasará un día y otro día sin que nadie se atreva á hacer cosa alguna para salvarte. Ese joven, á quien yo he sacado de la cárcel, tiene una imaginación disparatada; pero no resolución ni ánimo para sacarte de penas. Esta es la verdad: no esperes nada de quien nada puede ni nada sabe hacer por ti. Créeme: no tienes más esperanza que yo.

Sólo entonces la señora de Freneuse consintió en verme y no puedes figurarte la intransigencia de tu hermana... Hasta el último minuto no se presentó delante de mi y si me estrechó la mano fué porque afirmé que iba á arriesgar mi vida por salvarte. ¡Querida María! Y , pobre Cristián, también has sido desgraciado por mi causa... Pero tomaré un brillante desquite.

¡Escúchame, desgraciado, tengo un medio de salvarte, un medio supremo; ya lo verás: el prestamista me ha concedido un plazo de veinticuatro horas, ¿sabes? y en estas veinticuatro horas se puede volver el mundo patas arriba, figúrate. Yo por un lado, por el otro: cavaremos, cavaremos hasta encontrar esa suma.

Palabra del Dia

buque

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