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Actualizado: 1 de julio de 2025
Aman su vida errante y salvaje, y tarde ó temprano se vuelven á ella; ha sucedido ya estar un negro enteramente civilizado y aun haber seguido estudios, y ha desaparecido para volverse al monte á vivir desnudo y salvaje entre sus compañeros. Estos desgraciados se niegan siempre á la luz de la verdad y de la razón.»
Es el primer jinete de la República Argentina, y cuando digo de la República Argentina, sospecho que de toda la tierra, porque ni un equitador ni un árabe tiene que habérselas con el potro salvaje de la Pampa.
En efecto, el salvaje había ya devorado el zapatos que el Capitán le había arrojado; pero no parecía satisfecho. Al ver el montón de moluscos, y animado por el primer regalo, se arrojó encima, arramblando con todas las olutarias que pudo; pero Van-Horn, que no lo perdía de vista, lo agarró por una pierna y tiró de él, diciéndole: ¡Quieto, monazo! ¡Suelta eso o te estrangulo!
El cumintán tiene algo de salvaje, algo que hace volver la vista á los agrestes bosques en que se escuchan sus acordes. Tiene sus reminiscencias de las antiguas cántigas moriscas, recordando no pocas veces el gemir del polo gitano. El cumintán nació con la primera guitarra que se oyó en estas playas.
Con este talante y acompañamiento, y un asistente inglés tan gaucho y certero en el lazo y las bolas como el patrón y los parientes, emigraba el joven Navarro para Coquimbo; porque joven era, y tan culto en su lenguaje y tan elegante en sus modales, como el primer pisaverde; lo que no estorbaba que cuando veía caer una res, viniese a beberle la sangre como un salvaje.
Hacía pocos momentos que un ruido sordo y continuo parecía anunciar la vecindad de una catarata, cuando el valle se cerró repentinamente y tomó el aspecto de una garganta solitaria y salvaje.
Un leve ruido de ramas tronchadas, una ondulación casi imperceptible del matorral, le llenaron de salvaje alegría. Había alcanzado al enemigo indudablemente, y en su satisfacción, se llevó una mano a la cabeza para convencerse de que no estaba herido. Al pasarla después por su cara cayó de sus mejillas y sus cejas algo menudo y granujiento. No era sangre: era tierra, polvo de argamasa.
Del mismo modo, parece también que la más cristiana de todas las virtudes cristianas, que es la imprevisión espontánea en el salvaje, deliberada en el anacoreta, es reemplazada por la más anticristiana, que es la previsión, con mayor empuje en los pueblos que llegan más tarde a practicarla.
El ruido era atronador; la nota grave y solemne de que he hablado antes, había desaparecido en las vibraciones de un alarido salvaje y profundo, el quejido de las aguas atormentadas, el chocar violento contra las peñas y el grito de angustia al abandonar el álveo y precipitarse en el vacío.
No es más intensa la estupefacción del hombre salvaje en presencia de los instrumentos y las formas materiales de la civilización, que la que experimenta un número relativamente grande de hombres cultos frente a los actos en que se revele el propósito y el hábito de conceder una seria realidad a la relación hermosa de la vida.
Palabra del Dia
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