Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 2 de junio de 2025
Ni nadie afectaba, al saludarla en público, encogimiento y moderación mayores. Y parecía más arrogante, porque no iba tan pulido. Ni le decía, ni le escribía; pero quería llenarle el aire de él. A la salida del teatro, la segunda noche que fue a él Sol, ofrecía un pequeñuelo de sombrero de pita y pies descalzos un ramo de camelias color de rosa, que eran allí muy apreciadas y caras.
Celinda permanecía invisible, y él no osaba presentarse en la puerta de la casa, por miedo á que la hija de Rojas le recibiese hostilmente. Otra vez el pequeño Cachafaz apareció junto á las patas de su caballo, con una oportunidad providencial. Dile á la señorita Celinda si puedo entrar á saludarla.
Pensando en esto, algunas veces llega a encolerizarse. Mas al cruzar de nuevo por delante de él le veía tan risueño, tan feliz, con tales deseos de saludarla, que el negro fantasma de la soberbia se desvanecía y entraban de nuevo en su pecho a torrentes la simpatía y el caprichoso deseo de amar y ser amada de aquel niño. ¿En qué pararía todo aquello? En nada probablemente.
Una excursión por el bosque me ha llevado a dos pasos de Rosalinda y no me habría perdonado jamás estar tan cerca de usted y no entrar siquiera a saludarla... Al acabar sus cumplidos vio Delaberge en el fondo del salón a un visitante que se había levantado al entrar él y que se disponía a despedirse. Era un joven de mediana estatura, de aspecto rústicamente elegante y de una evidente robustez.
No vaya usted á imaginarse... La Torrebianca sonreía irónicamente, como si no creyese en sus protestas, y acabó por decir, con una frialdad que apenó al joven: Vaya usted á saludarla, para que no nos moleste más con su vigilancia, y venga luego á juntarse conmigo.
Algunas carreras de perlas tejidas entre los cabellos componían todo el adorno de su cabeza. Amalia fue la primera que la vio, y su sangre fluyó de repente al corazón. Repuesta inmediatamente, corrió a saludarla. ¡Oh! Ya sabía que usted había llegado; pero no imaginé que fuese tan amable...
»¡Que Dios le libre a un hombre de bien de que se ponga en tela de juicio su derecho a la camisa que lleve puesta; porque con eso solo, está en muy grave apuro de perderla! Se sorprendió mucho mi madre cuando entré en su habitación a saludarla. Contaba con hallarme en el temple en que me había despedido de ella la noche antes, y me veía tranquila y sosegada, como si nada me hubiera pasado.
Y tú, sol, que ya debes de estar apriesa ensillando tus caballos, por madrugar y salir a ver a mi señora, así como la veas, suplícote que de mi parte la saludes; pero guárdate que al verla y saludarla no le des paz en el rostro, que tendré más celos de ti que tú los tuviste de aquella ligera ingrata que tanto te hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, o por las riberas de Peneo, que no me acuerdo bien por dónde corriste entonces celoso y enamorado.
Quilito, tan pronto como pudo acercarse, vino a saludarla, y sin mediar presentación siquiera, charlaron como antiguos amigos. ¿No sabían, acaso, que eran primos y que él se llamaba Quilito y ella Susana? Charlaron de muchas cosas: él, de sus estudios, de sus esperanzas; ella, de sus distracciones, pero ni uno ni otro se atrevió a rozar, aun incidentalmente, el tema escabroso de la familia.
El Arcipreste había abierto la boca al oír a De Pas que la Regenta estaba en la catedral, según le habían dicho, y que él no había corrido a saludarla y a confesarla, si a eso venía, como era de suponer. ¿Pero qué pensará ese ángel de bondad? gritaba don Cayetano, asustado de veras. Era inútil.
Palabra del Dia
Otros Mirando