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Actualizado: 24 de octubre de 2025
Y si no, seamos francas... ¿Crees tú que es tan fácil que en Madrid te salte un buen novio? Déjalo..., que no me salte. Si yo no estoy impaciente por tener novio. Pues ¿qué quieres tener? ¿Qué diablos han de tener las muchachas? Nada, mujer, nada... No, señorita; es menester que salte un buen novio y casarse.
Aquellas admirables guedejas sueltas la asemejaban a esas imágenes del dolor que acompañan a los epitafios. Feijoo hizo un mohín como de persona mayor que quiere dominar una debilidad pueril, y le dijo: «Pero no, no me avergüenzo de que se me salte una lágrima. Yo juro por Dios, en quien siempre he creído, que el cariño paternal es lo que me la hace derramar.
Ahora voy a ensayar las principales estocadas que se intentan sobre el terreno; su adversario es muy fuerte y no arriesgará combinaciones complicadas: rectas, fondos, envolvimientos, una y dos... Conteste sin descubrirse. Cuando advierta que va a venir la estocada, salte hacia atrás. EL VIZCONDE. Pero ¿y si no advierto que viene?
Al instante salté yo henchido de erudición, relleno hasta la boca de datos concluyentes: se entabló una discusión animada.
Aquí están los primeros cheques sobre Bhering and Brothers de Londres... Letras a treinta días sobre Rothschild. A este nombre, resonante como el mismo oro, salté velozmente del lecho. ¿Qué es eso, señor? grité.
Encorvan la cabeza, levantan el pecho, pisan con sus férreos cascos con una firmeza que parte la piedra y fatigan el brazo del jinete que tiene que llevarlos con la rienda rígida. La espuela o el látigo son inútiles; basta una ligera inclinación del cuerpo para que el animal salte, y como dicen nuestros paisanos, pida rienda.
Bruscamente desaparecí a sus ojos tras las cañas; corriendo siempre, di un empujón a la piedra exploradora que esperaba una lluvia, y salté de costado, hundiéndome bajo la hojarasca. Tío desembocó en seguida, a tiempo que dejando de verme, sentía allá en el fondo del pozo el abominable zumbido de un cuerpo que se aplastaba.
Bajé a la, y quitándome los zapatos, salté de peñasco en peñasco; busqué a mis antiguos amigos de ambos sexos, mas no encontré sino muy pocos: unos eran ya hombres y habían abrazado mejor carrera; otros habían sido embarcados por la leva, y los que quedaban apenas me reconocieron. La movible superficie del agua despertaba en mi pecho sensaciones voluptuosas.
Pero ya entiendo y alcanzo tus marrullerías: ahora salta por el licor de Esquivias, famoso al par del de Ciudad Real, San Martín y Ribadavia." Bajó la varilla y salté yo, y noté sus malicias y malas entrañas.
A la noche siguiente, antes de las nueve, mientras Reginaldo y yo estábamos tomando el café y conversando en nuestro confortable comedorcito de la calle Great Russell, Glave, nuestro sirviente llamó a la puerta, entró y me entregó una tarjeta. Salté de mi asiento, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Esto sí que es gracioso, viejo grité, volviéndome a mi amigo.
Palabra del Dia
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