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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Las piltrafas de su cerebro salpicaron la bayeta verde, las caras de los vecinos y hasta las levitas de los croupiers. ¡Siempre hay gentes de poco tacto, que no saben vivir en sociedad!... Pero los bomberos surgían de la pared, llevándose al muerto, limpiando de sangre la alfombra y la mesa, y poco después, del óvalo de gente apretujada contra el tablero verde surgía la voz sacramental: «Hagan sus juegos...» «¿El juego está hecho?...» «No va más.»
La mayor soberbia humana de Nabucodonosor, auto sacramental, del Dr. Mira de Mescua. La mesa redonda, auto sacramental, de Luis Vélez de Guevara. El tirano castigado, auto del nacimiento de Cristo, de Lope de Vega. El premio de la limosna, auto sacramental, del Doctor Felipe Godínez. El caballero del Febo, auto sacramental, de D. Francisco de Rojas Zorrilla.
A Perico se le encontraba con más frecuencia en otro departamento tétrico como una espelunca, las paredes color de avellana tostada, los cortinajes gris sucio con franjas rojas, donde una hilera de bancos de gutapercha moteada hacía frente a otra hilera de mesas, cubiertas con el sacramental, melodramático y resobadísimo tapete verde.
Las hazañas del segundo David, auto sacramental. Autógrafo. Madrid 28 de abril de 1619. La isla del sol. Auto sacramental de 6 de abril de 1616. Además de los dramas manuscritos de Lope mencionados, paréceme oportuno copiar también los títulos siguientes de otros, de la rica colección de Durán y del duque de Osuna. De Durán: San Agustín. La divina vencedora. El hijo sin padre.
Algunas tardes iba a la Sacramental de San Martín, un cementerio hermoso y apacible como un vergel, que estaba cerrado hacía algunos años, pero en el cual se había reservado su protectora un nicho al lado del de su esposo. El era el único que visitaba la tumba.
En ella, doña Inés iba a dar al señor obispo más trabajo que nadie, pues tenía siete chiquillos no confirmados aún, y uno todavía moro, como apellidan en Andalucía a todo ser humano antes de recibir el agua sacramental que le trae al gremio de la Iglesia. La noche del 15 de julio hacía muchísimo calor.
Artegui se adelantó entonces, y soltó la fórmula sacramental: El señor don Pedro Gonzalvo, la señora de Miranda. Miranda.... Sí, sí, lo he visto, lo he visto abajo escrito en la tablilla también... conozco un Miranda que se habrá casado estos días... solterón, solterón.... ¿Don Aurelio? preguntó Lucía a pesar suyo. Justo.... Le trato mucho, mucho. Es mi marido murmuró ella.
Hállanse otros autos de Valdivieso en la colección siguiente: Navidad y Corpus Christi, festejados por los mejores ingenios de España: Madrid, 1644. Este volumen, además de algunos entremeses de Luis de Benavente, y de loas de diversos autores, contiene los siguientes autos: El divino Jasón, auto sacramental, de D. Pedro Calderón.
Oyose por fin el grito sacramental de los empleados. Hasta entonces las gentes de la despedida habían conversado en voz queda, confidencialmente, por parejas: el cercano desenlace pareció reanimarlas, desencantarlas, mudando la escena en un segundo.
He aquí cómo se desvanece el error, en que incurren casi todos los escritores que tratan de este asunto, al asegurar que El auto sacramental es sólo una especie de auto.
Palabra del Dia
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