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Duró esta aventura diez y ocho meses, y comenzaba ya a sentir las proximidades de la saciedad cuando recibió un día la notificación de un cambio de residencia. Al conocer la triste nueva, la señora Miguelina se deshizo en lágrimas.

No tenía mas que hacer una seña ó decir una breve palabra á muchas que, viéndose observadas por el famoso personaje, sonreían dispuestas á seguirle. Pero experimentaba de pronto la antipatía que inspiran las cosas repetidas hasta la saciedad, el vacío de lo que se conoce hasta el cansancio.

Alto allá declaró D. Alonso, dando un fuerte puñetazo en la mesa . Si el almirante Córdova hubiera mandado orzar sobre babor a los navíos de la vanguardia, según lo que pedían las más vulgares leyes de la estrategia, la victoria hubiera sido nuestra. Eso lo tengo probado hasta la saciedad, y en el momento del combate hice constar mi opinión. Quede, pues, cada cual en su lugar.

Sin embargo, tendrá usted que estar sobre aviso, y esta diplomacia no se improvisa. El tiempo en que la mujer está segura de misma dura muy poco; el tiempo en que está segura de su marido dura todavía menos. Hay que prever el minuto en que el compañero es amenazado por el demonio de la saciedad. Porque supongo que el señor Stowe habrá tenido una querida antes de su matrimonio.

Tengo hecha la maleta, pagada mi cuenta en la fonda y espero, no sin impaciencia, el momento de reunirme con mi compañera de viaje. Estoy harto de Quimper, cuyas bellezas he saboreado hasta la saciedad, y tengo prisa por recobrar mi cuarto, mi trabajo, mis libros y a la que quiero más que todo, a la elegida de mi corazón.

Enredóse una discusión política que se prolongó bastante tiempo. Repitiéronse hasta la saciedad todos los lugares comunes que á la sazón llenaban las columnas de los periódicos. Si á D. Lino le faltase este cachito de discusión que por su edad y prestigio venía siempre á reducirse á un monólogo conservador, no tendría ganas de cenar al irse á casa.

Sonrió el profesor al acordarse de sus preocupaciones pecuniarias algunos días antes, cuando intentaba ayudar á la alimentación del gentleman con sus modestos recursos. Como era un guerrero influyente, podía regalar hasta la saciedad á su adorado gigante distrayendo una parte mínima de los grandes depósitos de materias nutritivas requisadas por el gobierno para las necesidades del ejército.

Los diarios de Montevideo empezaron a llamar salvaje a Rosas; un día la Gaceta de Buenos Aires apareció con esta agregación al tema ordinario: muera los salvajes unitarios; repitiólo la mazorca, repitiéronlo todas las comunicaciones oficiales, repitiéronlo los gobernadores del interior, y quedó consumada la adopción. «Repita usted la palabra salvaje escribía Rosas a López hasta la saciedad, hasta aburrir, hasta cansar.

El sacerdote es embajador que habla en nombre de Dios, y despreciarle es injuriar a quien le envía, le dijeron, tomándolo de San Juan Crisóstomo, repitiéndole esta y otras frases análogas hasta la saciedad, para empaparle de la alteza de su misión, como hacían los oráculos paganos con aquellos a quienes aspiraban someter a su servicio.

Pero Tristán dejó escapar un bufido despreciativo y acto continuo se puso a disertar sobre la decadencia del arte dramático: los autores unos ganapanes que miraban sólo a las ganancias repitiendo hasta la saciedad los mismos chistes y las mismas situaciones, los músicos unos plagiarios que sin pudor fusilaban a los maestros franceses y alemanes, los cómicos unos payasos amanerados insufribles...