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Actualizado: 20 de junio de 2025
Entretanto, nosotros esperábamos cándidamente que saliera del círculo fatal para verlo flotar sobre la corriente. Secretamente irritados contra él por su tardanza en continuar su viaje, nos habíamos prometido no marcharnos de allí hasta su salida para saborear con tal triunfo nuestra comida.
Y así, aquel gran vividor, acostumbrado a mirar los zafiros y rubíes de sus anillos de oro mate al través del diáfano cristal, lleno con los topacios líquidos del Sauterne, y a saborear la nube perfumada del tabaco de Cuba, debía sufrir mucho, cuando mi tía Medea, a quien frecuentaba, lo sentaba a su mesa a comer aquellos platos dignos sólo de su robusta pepsina de ñandú.
Prefería estar solo y en la obscuridad, por parecerle que así podía saborear mejor su satisfacción. Entraba en su regocijo una gran parte de asombro. ¿Cómo podía él imaginarse aquella tarde, al vagar ante la vivienda de la señorona, que ésta le enviaría un recado para que fuese á verla á solas en la misma noche?...
Estas calumnias le servían de desahogo y si le preguntaban el motivo de su inquina, contestaba: «Señores, yo me debo a la causa que defiendo, y veo con tristeza, con grande, con profunda tristeza que esa señora, la Marquesa, doña Rufina, en una palabra, desacredita el partido conservador-dinástico de Vetusta». Después de saborear el tributo de admiración del público, Ana miró a la bolsa de Mesía.
Luego que nos enteramos de la causa de aquel aparente terremoto, nos tranquilizamos, y nos dispusimos á saborear el extraño chiste de aquel espectáculo. El conserjé, despues de hacer varias evoluciones con el tambor, bajó la voz todo lo que pudo, y con un acento apenas perceptible, decia: ¿Qué quieres? ¿quién eres? ¿qué buscas aquí?
Para saborear todo cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del arroyo, es preciso que el derecho de la pereza haya sido vencido con el trabajo y que el espíritu cansado tenga necesidad de adquirir nuevo aliento contemplando la naturaleza. El trabajo es indispensable para quien desea gozar del reposo, lo mismo que el recreo cotidiano es necesario al obrero para renovar sus fuerzas.
Pero una vez resuelto a alejarse se había quedado, aplazando la partida para saborear la perfumada dulzura de la última contemplación, y, por fin, un día, pudo hablarla. Ya podía oír su voz, una voz reposada, que era armonía lenta, música velada, eco de una alma profunda. ¡Qué sutil virtud había en sus palabras!
Saborear la mejor perdiz y la mejor lamprea de la plaza y usar con codos y rodillas la mejor batista, y enredar los dedos entre los mejores encajes, y derramar por sábanas, camisas, corsés, medias y pantalones, las esencias más caras, con profusión, causando el asombro de Eufemia, era género de delicia que se aumentaba con la idea de la mala pasada que les estaba jugando a todos aquellos parientes, en particular a Bonis y a su tío.
Los que han llegado a saborear otros rasgos de Pereda, todavía de más singular y exquisita literatura, de emoción trágica e intensa, de cruda expresión y ardiente colorido; los que recuerdan, quizá con lágrimas, La Leva, El fin de una raza y las mejores escenas de Sotileza, aquí hallarán la misma grandeza y el mismo brío; la misma arrogancia, casi épica, con que el autor realza y ennoblece las catástrofes vulgares y los más desdeñados esfuerzos del trabajo humano, dando nobilísimos ejemplos de una poesía verdaderamente cristiana y verdaderamente moderna.
Si hay entre ellas frutas podridas, no lo están todas, por fortuna, y las hay sanas y agradables de saborear en las relaciones cotidianas... Los pensamientos se agolpaban en mi pobre cerebro y me hacían sufrir.
Palabra del Dia
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