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Actualizado: 20 de junio de 2025


Todavía le dio otra prueba de particular confianza y afecto. Después que le hubo hecho saborear los interesantes fenómenos patológicos que su penetrante inteligencia había logrado arrancar a la vida administrativa y comercial, un día le llamó aparte con misterio y le dijo: Te voy a enseñar, Mario, una cosa que te ha de sorprender y admirar.

Sólo Cruzada Villamil lo puso en duda, pero los artistas y escritores se entusiasmaron con la idea de saborear apreciaciones y juicios de Velázquez en materia tan de su competencia.

Al oír una voz juvenil brotando de una garganta esbelta y alabastrina, al ver un cuerpo elástico y nervioso modelado por los contornos de la carne viva y suave a la presión, mi tío, que era flaco y alto como un junco de las islas, gemía involuntariamente como una arpa eólica, y, no contento con saborear la estatua con los ojos, cedía, sin querer, el brazo a los movimientos irrespetuosos de la electricidad animal y gustaba de tocar el buen señor.

Los ocho artistas tocaban por nota deliciosamente, sobresaliendo en el violin y la flauta, y pude saborear las admirables cavatinas y particiones de Norma, il Trovatore, la Traviata y el Himno de Italia.

Aquel día, sin embargo, hubiera querido dar un rodeo para saborear mi contento, pero esos excesos no están en el programa e invité a mi alegría a no salirse del camino recto. ¿Y sabe usted, señor cura, por qué estaba yo tan alegre?... Porque Máximo de Cosmes ha dicho que soy bonita... ¡Qué horrible vanidad! Y por mucho que trato de ruborizarme de vergüenza, la verdad es que estoy contenta.

Hacia la parte opuesta, veíase una alcoba profunda cubierta de almohadas, para saborear la languidez que sucede a los baños. Pero no era la ancha pila cavada en el centro de la estancia y revestida de mármol, ni los cristales en forma de estrellas, ni los almadraques de terciopelo y de brocado lo que el mancebo observó con avidez sino la desnuda belleza de una joven sumergida en el agua.

No los conocía menos el Cura, seguramente; pero aunque allá se andaban los dos en el modo de sentir y de saborear la tierra madre, eran más numerosos los «registros» del médico, y más varia, por consiguiente, la música de su conversación. Ya en el valle, tomamos derechamente hacia el pueblo que había dado origen a la porfía entre mi tío y Neluco.

Comenzaron los españoles á disfrutar de bienestar y de placeres, y á saborear los frutos de sus prolongados esfuerzos.

Para la viuda, uno de los placeres más refinados era «una sesión» alegre con uno de sus antiguos amantes; aquello de no principiar por los preliminares le parecía delicioso. ¡Después, los recuerdos tenían un encanto! ¡Saborear como cosa presente un recuerdo! ¿Qué mayor dicha? Paco había sido su amante.

Su mayor placer era salir el domingo con la escopeta al hombro á cazar chimbos en los montes, pajarillos de varias clases, que habían proporcionado un mote á los hijos de la villa. El mayor de los regalos era subirse, en las tardes que no tenía trabajo, á algún chacolín del camino de Begoña á saborear el bacalao á la vizcaína, rociándolo con el vinillo agrio del país.

Palabra del Dia

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