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Actualizado: 24 de junio de 2025
O mucho me engaño, o esto salió de la cabeza de un novelista que se alimenta con judías. El pobre Ido es incapaz... De engañar a sabiendas, eso sí. Pero no te quepa duda. La primitiva idea de que ese niño es mi hijo debió ser suya.
14 Y Booz le dijo a la hora de comer: Allégate aquí, y come del pan, y moja tu bocado en el vinagre. 15 Luego se levantó para espigar. 16 antes echaréis a sabiendas de los manojos, y la dejaréis que coja, y no la reprendáis. 17 Y cogió en el campo hasta la tarde, y desgranó lo que había cogido, y fue como un efa de cebada. 18 Y lo tomó, y se fue a la ciudad; y su suegra vio lo que había cogido.
Sea que opinasen que la buena crianza exige no consumir toda la ración del plato, o que el dueño de la casa dijera, agradeciendo el elogio que hicieran de las oleosas: aceituna, oro es una, dos son plata y la tercera mata, ello es que la conclusión de la coplilla daba en qué cavilar a muchos cristianos que, después de masticar la primera y segunda aceituna, no se atrevían con la última, que eso habría equivalido a suicidarse a sabiendas.
Al indicarle la muchacha que hablase con su madre y que le encargase la obra de costura que ella debía hacer, ¿no estaba claro que Juanita se mostraba propicia a entrar en cierto género de relaciones, aunque no a hurto, sino a sabiendas y con beneplácito de la autoridad materna?
La joven Adela era, sin duda alguna, de las picantes: hermosa a sabiendas suyas, y con una conciencia de su belleza, acaso harto pronunciada, sus padres habían tratado de adornarla de todas las buenas cualidades de sociedad; la sociedad llama buenas cualidades en una mujer, lo que se llama alcance en una escopeta y tino en un cazador; es decir, que se había formado a Adela como una arma ofensiva con todas las reglas de la destrucción: en punto a la coquetería era una obra acabada, y capaz de acabar con cualquiera muy poco sensible; en realidad, podía fingir admirablemente todo ese sentimentalismo, sin el cual no se alcanza en el día una sola victoria; contaba con una languidez mortal; le miraba a usted con ojos de víctima expirante, siendo ella el verdugo; bailaba como una sílfide desmayada; hablaba con el acento del candor y de la conmoción; y de cuando en cuando un destello de talento o de gracia venía a iluminar su tétrica conversación, como un relámpago derrama una ráfaga de luz sobre una noche obscura.
El otro día reconoció usted sus faltas, confesó que no había correspondido al afecto que le profesaba la Condesa. Si ya no la amaba usted ¿por qué no la dejó que siguiera su destino? Ella quería que yo siguiera siendo suyo. ¿Aun a sabiendas de que su persona era ya para usted indiferente? Creía haberse unido a mí para siempre.
Don Restituto y doña Basilisa, o la señora Emperatriz, como la llamaba el Padre Alesón, el políglota, eran lo que se dice dos almas de cántaro, incapaces de causar mal a nadie a sabiendas, ni tampoco de hacer bien a sabiendas, por eso, porque no sabían exactamente lo que era el mal ni el bien ajenos.
Obligábala a estudiar de memoria largos trozos del catecismo a sabiendas de que era superior a sus fuerzas. En cuanto tropezaba tres veces le decía: Ve a pedir un beso a Concha.
8 No conocieron camino de paz; ni hay derecho en sus caminos; sus veredas torcieron a sabiendas, cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz. 9 Por esto se alejó de nosotros el juicio, y justicia nunca nos alcanzó, esperamos luz, y he aquí tinieblas, resplandores y andamos en oscuridad.
Ved, como parecido al Leteo, el lago parece adormecerse a sabiendas y por nada del mundo quisiera despertar. Toda belleza duerme. Y ved donde reposa su ventana abierta a los cielos, Irene, con sus destinos. ¡Oh brillante princesa! ¿por qué dejar esa ventana abierta a la noche? Los espíritus juguetones, desde lo alto de los árboles se filtran a través de la persiana.
Palabra del Dia
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