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Actualizado: 24 de junio de 2025
Pasé aquel día en un estado de fuerte excitación, ideando mil monstruosidades y majaderías. Por la noche, al llegar las once, a sabiendas de que Gloria no podía estar en la reja, las piernas me llevaron a la calle de Argote de Molina.
Puse en orden los papeles y me levanté prestamente. ¡Cómo! Hija desnaturalizada, ¿te vas sin darme un beso? ¿Me tienes rencor? Sí respondí apretándole la cabeza con las manos y besándole en la calva; sí, porque veo que tienes prisa de desembarazarte de mí. Mi padre dio un golpe en la mesa con mucha furia. Faltas a la verdad a sabiendas... ¡Vete de aquí o te tiro mi Aristóteles a la cabeza!
Recuerdo como pronunciadas las palabras que soñé para dichas por ella junto a mi oído; la imaginación se finge las amorosas respuestas, la memoria quiere engañarse a sabiendas, y los antojos de la fantasía se confunden con las reminiscencias de la realidad.... Ya no tendré estímulo para el bien, ni energía contra el mal.
Yo, que considero un robo inicuo la usurpación de los bienes de la tierra por una minoría de privilegiados, no puedo retener a sabiendas un bienestar que pertenece por derecho natural a una criatura infeliz. Únicamente podría disfrutarlo compartiéndolo con ella. Esteban se había puesto de pie, con ademán desesperado. Pero ¿estás loco, Gabriel? ¿Quieres dejarme? ¿Y lo dices con esa tranquilidad?
No quiero pagar el derecho de ser extranjera. Aguantaré que me traten como enemiga, en lo que yo no puedo evitar; pero á sabiendas, no. Bien, la contesté yo; tú dices que no quieres dar un franco por esa visita. Enhorabuena, no lo des; pero yo quiero darlo; no es cosa tuya, sino mia, y no debes tener remordimiento alguno.
Al llegar el cotillón se acercó a Esperancita preguntándole si quería ser su pareja, a sabiendas de que esto no podía ser, pues todos los pollastres se apresuran a pedir tal merced a las damas así que entran en el baile. Pero le convenía para el plan que comenzaba a desenvolverse en su cerebro, fecundo en abstracciones.
Como el visitante de un cosmorama que creyera en algún momento estar delante de los espectáculos representados en éste; es decir, a sabiendas de que están pintados en cartón, Vérod no creía en la vida. Los insensibles objetos, las inanimadas obras de arte pueden ser iluminadas, pero siempre quedarán como son, frías, mudas, inertes; así había amado él a las criaturas vivientes.
Palabra del Dia
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