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Como el visitante de un cosmorama que creyera en algún momento estar delante de los espectáculos representados en éste; es decir, a sabiendas de que están pintados en cartón, Vérod no creía en la vida. Los insensibles objetos, las inanimadas obras de arte pueden ser iluminadas, pero siempre quedarán como son, frías, mudas, inertes; así había amado él a las criaturas vivientes.

Todo aquello es dulcemente sombrío, y el viajero que pasa como una exhalacion en alas del vapor, se imagina ver la isla de Calipso, con su primavera eterna, ó un huerto aéreo que la mano de una hada misteriosa va mostrando tras del lente mágico, cual un cosmorama inasible y movedizo. ¡Qué bosque aquel!

Tomé el tren, aprovechando la facilidad, y en veinte minutos llegué á Reus, encantado con la contemplacion de aquella hermosa campiña. Por todos lados veia asomar á la vuelta de alguna colina, ó desaparecer de pronto como una vista de cosmorama, alguno de esos pueblos, graciosos por su conjunto campestre y sus permenores, que salpican la campaña.

El Diorama, establecido en el centro de la plaza de Leicester, es un edificio circular, cubierto con una cúpula de cristal, y muy semejante al cuerpo central del Colosseum, aunque mucho ménos grande. Comprende una exposicion de objetos algo curiosos de etnografía, y es al mismo tiempo diorama, panorama y cosmorama.

El viajero que no está habituado á esas escenas, que viene de las soledades del Nuevo Mundo y trae nociones y recuerdos enteramente exóticos en esa Babilonia del comercio, cree asistir á una representacion fantástica, vivir soñando ó contemplar, al traves de los lentes de un cosmorama, una coleccion extravagante de dibujos chinescos ó de figuras producidas por el delirio de un artista invisible y febricitante.

Experimentaba Pilar malsana fruición en recorrer aspectos del cosmorama de la vida, donde nunca fijaban sus ojos las hijas de los grandes de España por ella tan envidiadas, y que, por entonces, viviendo en la claustral atmósfera de sus palacios, vigiladas siempre por la institutriz rígida, llevan en la frente, a los veinticinco años, el sello de su altiva inocencia.

Salís de la estacion, y os hallais de repente, como si os mostrasen una vista de cosmorama, cerca del vasto dique del Comercio, repleto de buques mercantes de todas las naciones, pero principalmente belgas, ingleses y holandeses, cuyas cien banderas hacen un gracioso juego con las chimeneas de los vapores, los mástiles de los buques veleros y el colorido pintoresco y la estructura elegante de los edificios de la ciudad.

Creíase estar dentro de una ciudad calada, transparente, de un inmenso cosmorama de aquellos que, cuando niños, inquietan nuestra fantasía y despiertan en el corazón ansias invencibles de lanzarse a otras regiones misteriosas y poéticas. Aspirábanse aromas embriagadores. Ni un leve soplo de brisa refrescaba la frente.