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Háblase en esa producción de "una joven dotada de belleza nada común, cuyo destino fué llevar la letra A en el cuerpo del vestido, á la vista de todo el mundo, y aun de sus mismos hijos, quienes sabían lo que esa letra significaba.

Abandonando súbito toda ironía, echando llamas por los ojos, se puso a gritar que no sabían lo que se decían, que parecía mentira que personas ilustradas, etc., etc.... Que estaba seguro de hallarse en lo cierto y que inmediatamente se buscase un diccionario. El caso es, Ramoncito dijo D. Julián rascándose la cabeza , que el que había en casa hace ya tiempo que ha desaparecido.

Ni eran estas las únicas gracias y donaires de la cantora, antes lo mejor de su repertorio, la quintaesencia de sus monerías, guardábala para la dulce intimidad de los felices mortales que a aquella Dánae de bambalinas lograban aproximarse, bien provistos de polvos de oro. ¡Con qué felina zalamería menudeaba los golpecitos en la panza, y llamaba a graves sesentones ratoncillos, perritos suyos, gatitos, bibis, y otros apelativos cariñosos y regalados, que a arrope y miel sabían!

Pero los profesores de la Universidad Central sabían en tal materia mucho más que los gigantes. Apareció otro vehículo llevando uno de aquellos torreones metálicos que habían aparecido al principio del desfile. En el cartelón de éste había pintados unos frutos gigantescos. Un olor de melocotón y de azúcar líquido se esparció por el patio.

El abandono casi absoluto de la villa podía hacer creer en la muerte de Germana; las puertas abiertas, los criados ausentes, los dueños en viaje, pero, ¿para dónde? Quizás para París. Mas, ¿cómo no sabían nada en la ciudad? ¿Habría curado Germana? Imposible en tan poco tiempo. ¿Estaba todavía enferma? En ese caso la cuidarían y no dejarían las puertas abiertas.

Iban á tratar la conveniencia de una nueva romería á Begoña, tan ruidosa como la de la coronación de la Virgen, y no sabían si hacerla en el mismo año ó dejarla para el siguiente.

El cura D. Miguel, sobre todo, y el Sr. D. Acisclo, cada cual a su manera, veían en doña Luz y en el Padre dos seres sobrado singulares, las dos terceras partes de cuyos pensamientos y palabras oían como quien oye música celestial sin penetrar lo que significaban. Nada, por lo tanto, más justo ni más preciso que el que los dos se dijesen lo que ellos solos al cabo sabían entender.

Le contestaste que a tu juicio los modernos no pueden sentir y comprender el valor de las leyes con la ciencia de los atenienses o los romanos, que las vivían, las dominaban y sabían por eso apartarse de ellas sin apartarse de la justicia. El profesor de Derecho Romano te aprobaba con la cabeza. Pero López Azúa se te quedó mirando como si hubieras dicho el mayor de los disparates.

Lot y sus hijas, Dina y el príncipe de Siquén, los habitantes de Pentápolis, la señora de Putifar y los caballeritos dandíes y gomosos, que vivían en Bactra, en Ur o en Menfis, sabían cuanto hoy pueden saber en punto a voluptuosidades todas las ninfas de París y sus mantenedores y parroquianos.

Con su intolerancia religiosa, abrieron la puerta á las persecuciones contra aquellos hombres que sabian la lengua hebrea, ó cualquiera de las orientales; porque no veian en ellos mas que judíos; i con esto desterraron de España el estudio de ellas con grave daño de la cultura i saber de sus vasallos.