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Actualizado: 18 de julio de 2025
Ir a la fiesta solo, con Alejandro, era una dicha; el mulato reacio y voluntarioso, se había obstinado en no salir y, encerrado en su cuarto, se negaba a complacerme; pero fueron tantas mis súplicas y mis empeños, que al cabo cedió, y muy de mañana nos pusimos en marcha para el muelle.
Cuando llevaron a la culpable al despacho del jefe, lo primero que hizo fue llorar sin responder; y al cabo, hostigada ya, asaeteada a preguntas, se resolvía a confesar que «el marido» la abría a golpes si no le llevaba todos los días tres cigarros de a cuarto.... La Comadreja, con su carilla acutangular, cómicamente fruncida, remedaba a la perfección los entrecortados sollozos, el hipo y las súplicas de la delincuente.
Perdona, hermana y esposa del grandioso JOVE, si no soy de tu respetable opinión. Y tú, JÚPITER, visible tan sólo para los inmortales, sé propicio á mis súplicas.
Al oirlo me arrodillé á sus pies, rogándole que me dejase obtener tan grande gracia prestándome su hábito, á lo que se avino después de muchas súplicas y de entregarle yo doce sueldos para dorar la imagen del bendito San Lorenzo.
Muchos que estaban próximos á morir temblaban ante la idea de perder su libertad. La venganza balkánica es algo más temible que la muerte. ¡Hermano!... ¡hermano!... El capitán, adivinando los deseos ocultos en estas súplicas, evitaba el mirarles. ¿Lo queréis? preguntó varias veces. Todos movieron la cabeza afirmativamente.
Si la tenía puesta con relativo lujo había sido a fuerza de súplicas de su mujer, de burlas de sus amigos, y sobre todo porque había llegado a convencerse de que necesitaba gozar de cierto prestigio exteriormente si había de competir con los muchos e inteligentes banqueros establecidos en la corte.
Perdona, Clara dijo al fin tímidamente . Si debiese mi perdón a tus súplicas nunca podría creer en él y mi existencia sería un continuo tormento. Tienes razón respondió aquélla quedando un momento perpleja . Marcha tú esta tarde. Mañana saldré yo. Después le dio cuenta del sitio donde se hallaba su hermano.
El dia del fuego sagrado vino al templo, y le ví implorar á los Dioses por Misuf, postrado ante la estatua donde estaba yo metida. Alzando entónces la voz, le dixe: "Los Dioses desechan las súplicas de un rey convertido en tirano, y que ha querido quitar la vida á una muger de juicio, por casarse con una loca." Pusiéron estas palabras en tamaña confusion á Moabdar, que se le fué la cabeza.
Feliciana, presa de la desesperación, quiere también perder la vida, y sólo desiste de su propósito cediendo á las súplicas de sus doncellas. Felizmente se averigua entonces que Aquilano es un príncipe de Hungría, y de esta manera desaparece el obstáculo capital, que se oponía á su enlace.
Mejor que nunca lo conoció cuando hubo que dar la gran batalla para trasladar al caserón de los Ozores el nido del amor adúltero. Ana se opuso, lloró, suplicó... «no, no; eso no, Álvaro, por Dios no, eso nunca». Y resistió muchos días a las súplicas del amante que se quejaba de lo poco y deprisa y sin comodidad que gozaba de su amor.
Palabra del Dia
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