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Actualizado: 18 de julio de 2025
En Inglaterra, en Francia, en España, el juicio y la opinión de Antonio Pérez eran, como se ve, de paridad nada envidiable: si el Gobierno, en la última de estas naciones, en la patria del desdichado, dejaba sin respuesta las súplicas; si las personas á quienes particularmente pedía recomendación en su favor el proscripto ocultaban la verdad y alimentaban vagamente la esperanza, á piadoso engaño, no á cruel animosidad, obedecían.
Interpuso ruegos y súplicas muy eficaces y supo hablar con tanta energía de espíritu, que aquellos mercaderes, teniendo la nota de impíos y crueles, se dieron por vencidos, mejor diré y con más verdad, persuadidos á que, ó consumido de los muchos trabajos que era preciso padecer, ó muerto á manos de los bárbaros, acabaría en breve la vida, le dieron paso franco para que desahogase su santo celo.
Tuvo también anuncios de que el cielo había ya oído sus súplicas, y determinado dar cumplimiento á sus deseos de sacrificar la vida por las glorias de su Criador; y de cuáles fuesen los júbilos de su corazón y cuáles las alegrías, más fácil es pensarlo que decirlo.
Pepita sanará de su amor y olvidará la flaqueza que ambos tuvimos. Desde aquella noche no he vuelto a su casa. Antoñona no parece por la mía. A fuerza de súplicas he logrado de mi padre la promesa formal de que partiremos de aquí el 25, pasado el día de San Juan, que aquí se celebra con fiestas lucidas, y en cuya víspera hay una famosa velada.
Al fin, inflexible el alcalde de casa y corte á las súplicas y á las declamaciones, Montiño fué, ó mejor dicho, fué llevado por los alguaciles á la cárcel, donde le arrojaron en un calabozo en que había otros presos. Cuando Montiño oyó crujir las cadenas y rechinar los cerrojos de la puerta, se desmayó.
Es condenado á muerte y llevado al suplicio, persistiendo en su obstinación y en su culpa; pero la única virtud, que ha conservado en su vida, da entrada en su corazón á la gracia de Dios; lo que no han podido lograr el miedo á la muerte y á las penas del infierno, lo consiguen las lágrimas y súplicas de su anciano padre; Enrico se arrepiente, pide á Dios perdón humildemente de sus faltas y sufre resignado una muerte vergonzosa para alcanzar después la vida eterna.
No, es bien cierto que no. ¿Y con qué derecho exigirias tú que un hombre accediera á las súplicas de tu madre tullida, porque tu madre puede tullirse, cuando tú creyeras que yo he hecho bien no accediendo á las súplicas de aquella inválida, aquella inválida que tambien puede tener hijos, como tu madre te tuvo á tí; aquella inválida de la cual tú pudiste ser hija? Mi mujer contestó: Es verdad.
Ah! habladle de ella por piedad, no le hagais padecer. ¿No veis que se muere por dirigir la conversacion hácia sus glorias? Cruel! que os desentendeis de sus indicaciones, que con vuestra distraccion, con vuestra dureza, le obligaréis á aclararlas mas y mas hasta convertirlas en súplicas.
Nada pudo detenerla: ni las súplicas de su mamá para que descansase, ni siquiera la severidad de que se armó su padre, todavía vestido con su bonita bata azul rameada de negro.
Sin embargo, tenía las mejillas acaloradas y junto a la raíz de los cabellos brillaban pequeñas gotas de sudor. La dejaron dormir hasta el anochecer. Pero vinieron algunas de las pocas personas a quienes se había comunicado el casamiento. Contra las súplicas de Raquel, su madre logró, al fin, despertarla. Ella, con un ademán de desesperación, sin abrir los ojos, pidió que la dejaran.
Palabra del Dia
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