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Actualizado: 14 de junio de 2025
Ryp Timmermans, el cocinero, poseía un estómago que era una especialidad; bebía lo mismo alcohol puro que petróleo, aguarrás o tinta; rompía las monedas con los dientes, y hasta rompía el cristal. Cosa que él agarrara con los dientes no había manera de quitársela.
Al final, el capitán consejero levantó su copa por Francia. «¡Hoc!», gritó como si mandase una evolución á sus soldados de la reserva. Por tres veces dió el grito, y toda la masa germánica, puesta de pie, contestó con un «¡Hoc!» semejante á un rugido, mientras la música, instalada en el antecomedor, rompía á tocar la Marsellesa. Desnoyers se conmovió.
Una sola condición ponían a este sacrificio: que no se casase. Formando nueva familia rompía aquel lazo filial, dejaba de ser su orgullo; la ola perfumada del mundo ya no llegaría al tétrico rincón de su almacén.
Y arrojándose desnuda, sin miedo al frío, en una butaca, rompía a llorar, furiosa; a llorar sin lágrimas, como los niños mimados, y gritaba: «¡Yo no quiero! ¡Yo no puedo! ¡Yo no sirvo!».
Las muchachas del cuartón iban a burlarse de Margalida, regocijadas por este pretendiente extraño que rompía el orden de las costumbres. Los maliciosos tal vez iban a calumniar a Can Mallorquí, que tenía un pasado de honradez como la mejor familia de la isla.
Luego el perro de Satanás me atormentaba por vengarse, y cuando empezaba la misa, a mí me parecía que alzaban el telón, y cuando yo rompía a cantar, se me venía a la boca aquello de El Siglo, que dice: 'Somos figurines vivos.... Y un día por poco no lo suelto... Pillinadas del diablo; pero no podía conmigo ni con mi fe, y tanto hice que lo metí en un puño, y ahora, que se atreva, ¿a que no se atreve?... Llora, hija, llora todo lo que quieras, que Dios te iluminará y te dará su gracia».
Escribía Bailón aquellas necedades en parrafitos cortos, y á veces rompía con una cosa muy santa; verbigracia: «Gloria á Dios en las alturas y paz», etc... para salir luego por este registro: «Los tiempos se acercan, tiempos de redención en que el hijo del Hombre será dueño de la tierra. »El Verbo depositó hace diez y ocho siglos la semilla divina. En noche tenebrosa fructificó.
Esta mañana me decía: «Siempre que ni tú ni mis hijos me falten de este mundo, lo demás poco me importa; mis bienes y mi felicidad están en vuestros corazones.» Después ha rezado conmigo mientras la tempestad bramaba furiosa y rompía las ramas de los árboles. Los pobres aldeanos lloraban en el patio al ver la catástrofe. He leído esta noche Un viaje a los Pirineos, por M. Dusaux.
Aquella era la fuente; allí estaba el manantial de las verdaderas ternuras... ¡La cadena de los padres y los hijos!... Cadena que, remontándose por sus eslabones hacia el pasado, sería toda amor, abnegación, la unidad sincera, real, caritativa, de la pobre raza humana; pero la cadena venía de lo pasado a lo presente, a lo futuro..., y era cadena que la muerte rompía en cada eslabón; era el olvido, la indiferencia.
¡Chiquillo! ¡Tontuelo! ¡Ponerme a mí en berlina de esta manera!... ¡Vaya un modo decente de corresponder a mis condescendencias!... Nada, si con estos chicos es mejor ser malo que bueno... ya me voy convenciendo de eso... ¡El palo, el palo... esto es lo único que respetan!... ¿A que no harías esto con tu tío Bernardo si él se hubiese encargado de ti?... ¡Hombre, me parece que si fueses hijo mío te rompía el trasero a azotes en este momento!
Palabra del Dia
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