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Actualizado: 14 de junio de 2025
¡Ah! ¡perdonad! ¡perdonad! excelentísimo señor; ha sido una equivocación dijo Sarmiento todo trémulo, porque su vara se rompía al tocar á personas tan encumbradas, como una caña, fuerte para matar un ratón, pero extremadamente inútil para un león . Perdone vuecencia, nos hemos equivocado; creímos que vuecencia salía de una casa donde perseguimos un delito; vuecencia perdone otra vez y no se enoje, que la noche y las tinieblas me disculpan.
O echaba a caminar, con las Empresas de Saavedra Fajardo bajo el brazo, por las calles umbrosas de la Alameda, y creyéndose a veces nueva encarnación de las grandes figuras de la historia, cuyos gérmenes le parecía sentir en sí, y otras desesperando de hacer cosa que pudiera igualarlo a ellas, rompía a llorar, de desesperación y de ternura.
En una ocasión, no encontrándola donde presumía, comenzó a exhalar gritos desgarradores, exclamando: «¡Me la roban!, ¡me la roban!». Por fortuna, el ama se acercaba ya trayendo a la pequeña en brazos. A veces la besaba con tal frenesí, que la criatura rompía en llanto.
Este comenzó a atacar vigorosamente tirando golpes sencillos al brazo, a la cabeza y al hombro: su contrario, en vez de pararlos, la mayoría de las veces rompía alargando la punta: de esta suerte, a los tres minutos la lucha se convirtió en un asalto desordenado de florete.
El catalán, atento a los repulgos de la muchacha, murmuraba: niña de los muchos novios, que con ninguno te casas; si te guardas para un rey cuatro tiene la baraja. De aquí surgían desazones entre sobrina y tía. La vieja la trataba de gazmoña y papahostias, y la chica rompía a llorar como una bendita de Dios, con lo que enfureciéndose más aquella megera, la gritaba: ¡Hipócrita!
Temía sobre todo que si rompía sus relaciones devotas con él, volviese una reacción de lástima, arrepentimiento y piedad imaginaria que la arrastrase a otra locura como la del viernes Santo.
Empezaba á impacientarse y á dirigir mentalmente acusaciones á Mauricio, cuando, al sonar la hora en la iglesia del pueblo, se oyó un paso ligero que rompía el pesado silencio de la calleja. El que se aproximaba no venía por la plaza, sino por detrás de Herminia, del lado del bosque. La joven pensó: "¿Seré tonta? ¿Cómo podía haber atravesado todo el país?
La reventazón rompía con tal furor en las rocas del fuerte de San Cristóbal, que salpicaba de copos de blanca espuma las hojas secas y amarillentas de las higueras, árbol del estío, que no se place sino a los rayos de un sol ardiente, y cuyas hojas, a pesar de su tosco exterior, no resisten al primer golpe frío que las hiere.
Las monjas la consideraban lunática, porque si las más de las veces la sometían fácilmente a la obediencia, haciéndola trabajar, entrábale de golpe como una locura y rompía a decir y hacer los mayores desatinos.
Y sobre todo, aquellos dos hombres mirándose así por ella, reclamando cada cual con distinto fin la victoria, la conquista de su voluntad, eran algo que rompía la monotonía de la vida vetustense, algo que interesaba, que podía ser dramático, que ya empezaba a serlo.
Palabra del Dia
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