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Actualizado: 28 de julio de 2025


La cabeza del ciego nadador se interpuso en su camino... Un choque. «¡Padre San Vicente!...» Y Caragòl desapareció con la cabeza roja y la boca llena de sal. Ferragut no quiso imitar esta natación. La tierra estaba muy lejos para los brazos de un hombre: imposible llegar á ella.

Este dato se aplica al acné juvenilis, á ciertas producciones sicósicas, á erupciones de granos con auréola roja, y á pústulas seguidas de costras y de una pequeña cicatriz cóncava.

En punto á laboriosos, eran como un tropel de ardillas, no pudiendo permanecer quietos mientras el padre trabajaba. Teresa la mujer y Roseta la hija mayor, con las faldas recogidas entre las piernas y azadón en mano, cavaban con más ardor que un jornalero, descansando solamente para echarse atrás las greñas caídas sobre la sudorosa y roja frente.

Y, madre, dijo también que esa letra escarlata que tienes es la señal que te puso el Hombre Negro, y que brilla como una llama roja cuando lo ves á media noche, aquí, en este bosque obscuro. ¿Es verdad, eso, madre? ¿Y es verdad que vas á verle de noche? ¿Te has despertado alguna vez sin que me hayas visto junto á ? le preguntó Ester. No lo recuerdo, dijo la niña.

Su cerebro sólo vivía el momento presente. Volvió los ojos con insistencia á la bandera blanca y roja que ondeaba sobre el edificio. «Es una traición pensó , una deslealtad.» A lo lejos, del otro lado del Marne, tiraban igualmente los cañones franceses.

Su nuera aparece en el suyo, más desaliñada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesísima nube de humo, ¡aparición verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada, grita, mirando al piso segundo: ¡Tía!...

«¿Con quién habla ese hombre?». Acercó la Regenta el rostro a la raya de luz y vio a don Víctor sentado en su lecho; de medio cuerpo abajo le cubría la ropa de la cama, y la parte del torso que quedaba fuera abrigábala una chaqueta de franela roja; no usaba gorro de dormir don Víctor por una superstición respetable; él incapaz de sospechar de su Ana la falta más leve, huía de los gorros de noche por una preocupación literaria.

Aquella es su casa añadió señalando una especie de cubo amarillento en mitad de la montaña, al borde de un camino que cortaba la ladera roja y negra. La princesa, después de adquirir el promontorio para su castillo medioeval, había considerado como asunto insignificante la adquisición de este pequeño extremo de su propiedad. «Deles usted lo que pidan», dijo á su hombre de negocios.

La tumefaccion de la conjuntiva está separada por la carúncula lagrimal que se hincha y aun se sale como si fuera un pedazo de carne roja.

Un inmenso foco de una luz roja y brillante se levantó de pronto; el mar, reflejando aquella claridad deslumbrante, hizo rodar olas de fuego, la atmósfera se inflamó y las cimas de los peñascales de la Torre se tiñeron de una luz purpurada, como si un vasto incendio hubiera hecho presa en la costa.

Palabra del Dia

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