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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Completaban la decoración una enorme espada pendiente del mismo clavo que sostenla un niño Jesús bordado en cañamazo, dos escopetas arrimadas a un rincón, dos guantes y dos mascarillas de esgrima junto a dos pares de floretes, tres maletas muy usadas y un hombre.
Entremos dijo su novio . Esto es un cementerio de novela; un jardín como no hay otro en Madrid. La enamorada pareja sentíase atraída por el poético silencio de este rincón olvidado. En la columnata vieron a una vieja haciendo calceta, y junto a ella un hombrón, que fijó en los jóvenes su mirada escrutadora. ¿Vienen ustedes por algún pariente? dijo.
La mujer que había velado durante la noche estaba allí, sentada en un rincón, haciendo calceta; llamáronla desde fuera un momento y Diógenes pensó entonces que también a él le llamaban a dar cuenta, y encontró al punto la respuesta en uno de sus mil cuentos chocarreros que le puso delante la memoria.
Pero enseguida reflexionó que ni por aquella ciudad pasaba río alguno, ni él tenía vocación de suicida. Pasó junto al café de la Oliva, donde solía tomar Jerez con bizcochos algunos domingos, al volver de misa mayor, y el deseo de un albergue amigo le penetró el alma. Entró, subió al primer piso, que era donde se servía a los parroquianos. Se sentó en un rincón oscuro. No había consumidores.
Iba a Valencia en invierno para oír las óperas que elogiaban los diarios, y en un rincón de su tienda tenía montones de novelas y periódicos ilustrados, reblandecidos por la humedad y con las hojas gastadas por el continuo roce de los parroquianos.
Buenos días, señor arroyo dijo Meñique; ¿no está cansado de vivir tan solito en su rincón, manando agua? Hace muchos años, hijo mío, que estoy esperando por ti respondió el arroyo. Pues aquí me tiene dijo Meñique.
Cuando un tunecino es condenado a muerte, se le da tiempo hasta la puesta del sol para buscar el lugar en que se le haya de cortar la cabeza. Desde el amanecer, dos verdugos le cogen del brazo y le conducen al campo. Cada vez que llegan a algún lindo rincón de paisaje, un arroyuelo sombreado por dos palmeras, los ejecutores dicen al paciente: «¿Cómo encuentras esto?
En un rincon, hacinados como cadáveres, dormían ó trataban de dormir algunos chinos traficantes, mareados, pálidos, babeando por los entreabiertos labios, y bañados en el espeso sudor que se escapa de todos sus poros.
A esta angustia de las entrañas se agregaba la zozobra del ánimo, la honrosa inquietud de verse marcado por la sospecha, tan sólo, del Santo Oficio, o de atraer el castigo del poder sobrehumano del Rey. Y entretanto parecía que el mismo viento murmurase calumnias y que la delación se agazapara bajo el lecho en que se dormía, entre los pliegues de las antepuertas, en el rincón de los oratorios.
Alégrate, Beppa; otra vez a cantar, correremos el mundo; jamás volverás a este rincón de todos, donde he querido educar niños. ¡A vivir! ¡A tratar a puntapiés al hombre! ¡así! ¡así! ¡como el peor de los animales! Me río al pensar en mi estupidez; ¡qué locura, creer en ciertas cosas! ¡Ja, ja, ja! Y desde la plaza se oyeron las carcajadas.
Palabra del Dia
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