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Actualizado: 27 de junio de 2025
Los hombres se prendaban de ella, la perseguían y se llenaban de esperanzas; pero, no bien querían propasarse para que se lograsen, Nicolasa se revestía de gravedad y entono, propios de la mejor heroína de Calderón, hablaba de la inestimable joya de su castidad y limpísima honra, y ponía á raya todo atrevimiento, todo desmán y todo propósito amoroso algo positivo que no llevasen por delante al padre cura.
Hija, es preciso estar a las agrias y a las maduras. ¿Qué querías? ¿Herir y que no te hirieran? ¿Matar y que no te mataran? El mundo es así. Hoy tiras tú la estocada, y mañana eres tú quien la recibe... ¿Dudas todavía? La víctima no dijo nada. No dudaba, no; lo denunciado por aquel hombre, que a veces parecía demente, a veces no, revestía las apariencias de un hecho cierto.
Dábase el caso alguna vez que no se encontraba tal ó cual establecimiento con todos los requisitos que las estrechas Ordenanzas disponían y entonces ya estaba la fiesta en la casa, pues el dueño que se veía amenazado, protestaba, tratando de atenuar la falta, y la justicia, que era inflexible, se revestía de toda su autoridad, dando esto lugar á escenas por demás animadas.
No dejó de tocar a ninguna puerta tras de la cual pudieran esconderse la vergüenza perdida o la perdición vergonzosa. Sus explicaciones parecían lo que no eran por el ardor con que las practicaba y el carácter humanitario de que las revestía. Parecía un padre, un hermano que desalado busca a la prenda querida que ha caído en los dédalos tenebrosos del vicio.
Esa conversación mantenida en la penumbra, les iba acercando familiarmente y revestía de una mayor confianza y de una más completa intimidad su diálogo. La señora Liénard no parecía en lo más mínimo cohibida por la gravedad de su interlocutor y aun se extrañaba de encontrarse hablando tan llanamente con ese parisiense a quien desde tan pocas horas antes conocía.
Lo mismo en el infinito del horizonte que en un círculo más reducido, todo revestía una especie de aspecto alegre que adornaba de poesía a aquella fiesta melancólica de los muertos. En el camino, atestado de hojas amarillas, desarrollaba sus largos anillos la procesión lenta y recogida.
Era ley observada entonces por la sociedad elegante elegir una señora de sus pensamientos, aun sin sentir verdadero amor por ella ó haber pasado de la juventud, y consagrarse á su servicio; y el espíritu romántico de la época revestía estas relaciones con todas las formas de la cortesía caballeresca y de la pasión, ya fuese real ó fingida.
Ya le conoces por haberle visto aquí muchas veces y sabes que es noble, elegante, inteligente e instruido. El doctor calló, esperando la respuesta de Antonia; pero ésta permaneció muda, como perpleja y avergonzada, mientras Amaury la miraba emocionado, porque para él también revestía excepcional interés lo que ella contestase.
Al ver la dolorosa impresión que esta desgracia produjo en los habitantes de la ciudad, hubiérase dicho que cada uno de ellos había perdido a su madre como yo a la mía. A los médicos no les pareció mortal el accidente, pero cuando se levantaron las vendas de la primera cura, el mal apareció con toda la gravedad que revestía.
Habituados a jugar la vida a cada instante, a los triunfos fáciles en amor, al amparo de su maravilloso prestigio en América, el antagonismo no se concretaba a la reputación militar, sino que revestía sus formas más irritantes en el estrado donde la limeña hacía brillar sus ojos tras el abanico de encaje.
Palabra del Dia
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