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Actualizado: 7 de junio de 2025


Antes se vea azotado por mano del verdugo Bartolomé Estéban Murillo, que vuelva ese lienzo á pisar los umbrales de la comunidad, si vuestras reverencias no han de tomarlo á enojo. No valieron ruegos, ni súplicas. Á los pocos instantes Murillo salia del convento con su grande obra. Ignoro qué hizo de ella.

Vino entonces a colmar su satisfacción el director de cierta famosa revista, que con grandes reverencias y aspavientos, y presentándole una tarjeta en que el marqués de Butrón eficazmente le recomendaba, manifestó su deseo de publicar en la revista el retrato de la heroica condesa y algunos grabados de actualidad relativos al suceso que todo Madrid discutía.

Echamos suerte entre doce señalados por él, y cúpome a . Avisé a mis padres que me buscasen galas. Llegó el día, y salí en un caballo ético y mustio; el cual, más de manco que de bien criado, iba haciendo reverencias. Las ancas eran de mona, muy sin cola; el pescuezo, de camello y más largo; la cara no tenía sino un ojo, aunque overo.

Si no desagrada á vuestra merced, señor Bartolomé, ese cuadro puede quedar ahí, porque, ó la vista nos engaña, ó casi decimos á vuestra merced que vuestra vírgen hace al convento. No quedará ahí, con permiso de vuestras reverencias, contestó el pintor.

Hablaba como si escupiera las palabras, con voz desafinada y poco grata, y seguía escribiendo, mientras don Bernardino, en el sofá, declamaba, desganado, el introito de toda visita; la pluma dió el último arañazo al papel, cerró la carta S. E. y llamó. El negro barrigudo presentóse, haciendo reverencias. Esa carta al Congreso ordenó el señor ministro.

usted las gracias a mi prima dije, y asegúrele que jamás me he sentido mejor. El Rey ha pasado toda la noche en un sueño agregó el viejo Sarto, a quien, según empezaba yo a descubrir, le gustaba endilgar una mentira de vez en cuando, nada más que por el gusto de mentir. El mensajero se deshizo otra vez en reverencias y salió de la cámara.

Estudiamos posturas contra la luz, pues, en día claro, andamos las piernas muy juntas, y hacemos las reverencias con solos los tobillos, porque, si se abren las rodillas, se verá el ventanaje. No hay cosa en todos nuestros cuerpos que no haya sido otra cosa y no tenga historia.

¡En nombre del cielo, Baumann, lo disculpo! le digo. Y llevo derechamente a la casa a mi joven esposa. Allí nos esperaban los criados, con el ama de llaves a la cabeza. Hacen sus reverencias y se ríen solapadamente; pero Yolanda avanza, con los ojos fijos, por en medio de ellos. Entonces me asalta el miedo al pensar en lo que va a pasar.

Atándose los cordones de la bata saludó a un viejecillo que entraba haciendo reverencias con un sombrero de copa alta muy grande y muy grasiento. Era un pobre cura de aldea, de la montaña, de aspecto humilde y aun miserable.

Mientras las puertas del Congreso estaban cercadas por una multitud de papanatas, a quienes se prohibía hasta aproximarse a la acera, él las atravesaba erguido entre las reverencias de los porteros, que, al abrirle respetuosamente la mampara de rojo terciopelo, le decían: Pase Usía.

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