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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Pero no falta quien lo diga por ti. Nunca faltan personas insolentes observó con encantadora altivez. ¿Y quizás sea yo una de ellas? Vuestra Majestad no puede serlo nunca dijo haciéndome cómica reverencia. A no ser que quieras decir... ¿Qué? Que me importa ni poco ni mucho que el Duque se halle aquí o en otra parte añadió picarescamente. A la verdad, hubiera querido ser el Rey en aquel momento.
Respondióle el P. Arce que se detuviese su Reverencia en San Rafael, que él en una canoa iría á los Payaguás, de quien por haberse ya ganado su ánimo y afecto, se prometía que le conducirían á la Asunción, de donde por Abril del año siguiente, volvería para llevarle.
La sala se llenó de negro, quiero decir que entró en ella el padre Gracián acompañado de otro clérigo, no tan grande como Su Reverencia, pero también bastante talludo.
Hizo Bob una irónica y profunda reverencia y desapareció, tragado por la tierra. Reconociendo la utilidad del consejo de Bob, Cristela lo siguió escrupulosamente. No volvió ya a mirar las almas.
El jefe, luego de agradecer y de pronunciar algunas respetuosas frases de circunstancias, hizo la misma reverencia que al entrar, y ambos se retiraron. Después, por largo rato, nadie habló. Raquel seguía sollozando, y Charito la contemplaba intrigada, sin comprender. Adriana estaba pensativa. La triunfante tranquilidad de su rostro había desaparecido.
Saludó sin detener el paso, con una reverencia que juzgaba graciosa, «la reverencia de peluca blanca y tacones rojos», según el la titulaba, y vio por un instante unos ojos irónicos y una boca bermeja que contestaban a su saludo. Otro que fuese inmodesto siguió murmurando Maltrana llegaría a tener sus pretensiones sobre esta señora.
El notario recogió sus papeles, metiólos dentro de un cartapacio, y con éste bajo el brazo, fué a besar el anillo cardenalicio, y salió de la estancia después de hacer profunda reverencia. En seguida ordenó a su camarero: ¡Que pase el Conde! Don Fabricio de Portinaris rayaba en los cincuenta años.
Según estos testigos, dignos del mayor respeto y consideración, el ministro, que tenía conciencia de que estaba moribundo y también de que la reverencia de la multitud le colocaba ya entre el número de los santos y de los ángeles, había deseado, exhalando el último aliento en los brazos de la mujer caída, expresar ante la faz del mundo cuán completamente vano era lo que se llama virtud y perfección del hombre.
No vino en esto el P. Lucas, y les mandó, mal de su grado, que restituyesen luego las haciendas á sus dueños; y no hubo ninguno, aun de los más atrevidos, que osase contradecirle, porque la reverencia que le habían cobrado, por el severo castigo con que Dios había vengado las injurias que algunos le hicieron en los años pasados, les quitó el atrevimiento para resistirse.
Muy duro les parece este consejo A todos los que estaban congregados; Mas tienen reverencia al cano viejo Y á sus hechos heróicos y afamados. Curemo, con muy grande sobrecejo, Se sale con sus hijos á los lados Oyendo esto, y no dice cosa alguna, Y con su gente entró en una laguna.
Palabra del Dia
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