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Actualizado: 4 de junio de 2025


Su entristecido arqueo de cejas le prestaba vaga semejanza con los retratos de Quevedo; su pescuezo, flaco, pedía a voces la golilla, y en vez de la vara que tenía en la mano, la imaginación le otorgaba una espada de cazoleta.

Junto á , y esposa de su hijo, tenía á aquella admirable mujer, modelo de la dama española, tipo por desgracia perdido, con su belleza espiritual, con su noble aspecto, con la delicada atmósfera de distinción que vemos aún en los retratos contemporáneos de Pantoja, de Velázquez y de otros tantos.

Retratos de comediantas y bailarinas sonreían con su boca pintada en el charolado cartón, alegrando el ambiente casto del reducto. Don Marcelo sintió impaciencia al ver tantos centenares de hombres sin encontrar entre ellos á su hijo. El senador, avisado por sus ojeadas, habló al jefe, que le precedía con grandes muestras de deferencia.

Aquí acaba la relación de los retratos que pintó por aquellos años, inmortalizando a gentes de varia condición, entre las cuales no había casi nadie que lo mereciera. Veamos ahora, sus cuadros de la misma época: donde hallaremos maravillas, encanto de los ojos por lo que deleitan; desesperación de la pluma incapaz de expresar la vida que palpita en ellos.

Además, en medio de su miseria, eran la única demostración de que allí vivía un intelectual. El cura, siguiendo las ojeadas del Indio converso, examinaba con aparente distracción los retratos y leía y releía los nombres impresos al pie, como si temiese olvidarlos.

Los claustros estaban adornados con antiguos retratos faltos de valor artístico, pero de cierto interés histórico.

Cuando no pellizcaba a las compañeras, les escribía cartitas amorosas poniendo la firma de un hombre, o les mandaba retratos de la hermana que les daba lección, hechos con lápiz. Cuando la dejaba cerrada en la buhardilla, hacía señas y muecas a las oficialas de un taller de modistas que había enfrente.

En la chimenea, y sobre graciosos caballetes de ébano y roble, había varios retratos, entre ellos el de Isidora, obra admirable por la perfección de la fotografía y la belleza de la figura. Parecía una duquesa, y ella misma admiraba allí, en ratos de soledad, su continente noble, su hermosura melancólica, su mirada serena, su grave y natural postura.

Pero este cochecito, de ruedas doradas, era tirado por seis mujeres, por seis hermosas mujeres, todas ellas célebres, y cuyos retratos figuraban lo mismo en los grandes diarios ilustrados que en los frascos de esencias ó en las cajas de fósforos. El profesor extremó su regocijo. Notaba la satisfacción con que el pianista insistía en este detalle de su entrada triunfal.

La una se llamaba el cuarto del cardenal, porque en siglos pasados un cardenal de la familia se alojaba allí cuando venía a pasar una temporada a la Granja; otra, el salón de los retratos, porque había unos cuantos colgados; otra, la sala nueva, aunque parecía tanto y aún más vieja que las demás. Todo aquello representaba la vida íntima de una familia al través de los siglos.

Palabra del Dia

vorsado

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