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Actualizado: 18 de junio de 2025


Hay que hacer justicia al pobre chico. Cuando se halló más desahogado y tranquilo, guardó el retrato donde solía y comenzó a pasear a lo largo de su gabinete y a reflexionar como su padre deseaba, «con la cabeza fría y el corazón sosegado». Porque Ángel se consideraba ya en aquellos instantes con el juicio y la sangre en su ordinario nivel.

Porque él ha profanado los altares poniendo en ellos su infame retrato; porque él ha degollado sacerdotes, vejádolos o hécholos abandonar su patria, el nuevo Gobierno dará al culto la dignidad que le corresponde, y elevará la religión y sus ministros a la altura que se necesita para que moralice a los pueblos.

Y ahí tienes por qué mi matrimonio, aun deseándolo tanto mi tía y yo, no acaba de salir de los limbos de la hipótesis... A propósito de mi tía: ¿vas a venir a los Genets? Mi tía me dice en su última carta que cuándo puede contar contigo. A partir del 15 de agosto estoy libre y a sus órdenes. ¡Magnífico! No la conoces, ¿es verdad? No, hijo, ni aun de retrato.

Pues bien; en la virtud de este retrato confiaba grandemente el hijo de don Santiago Núñez para facilitar sus primeras exploraciones en el ánimo de su madre. Sobre este apreciable matrimonio apenas se veía la huella del tiempo corrido desde que el lector le conoció, con motivo de una visita que le hizo la marquesa de Montálvez.

He visto tu infidelidad al casarte con este gran filósofo; pero ya que te he perdido, he determinado consolarme en mi desdicha y ser tu yerno, porque la bella Angélica es tu vivo retrato, y te amaré á ti amando á ella. BEATRIZ. Que Angélica sea tuya ¡cuenta con mi promesa! Pero dime: ¿en dónde has estado después de todas nuestras desdichas?

La joven cayó casi desmayada sobre el pecho de la viuda; lágrimas de ternura indecible rodaron por sus mejillas; acarició a la madre, la besó y luego le dijo ligero: ¿Y también tengo padre, verdad? Madre, madre mía, ¿dónde está? ¡Ay! tu buen padre ya no existe. Toma, hija mía, aquí tienes su retrato. Y le entregó a su hija su relicario de oro.

Era, en efecto, aquella cabeza venerable el retrato de fray Alonso de Luján, hermano del cuarto marqués de Paracuéllar, y había sido trasladado años atrás del oratorio a los salones de la casa, no como objeto de piedad, sino como monumento de arte.

Y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento; como también nos mostró Virgilio, en persona de Eneas, el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolo ni descubriéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes.

Su cara se sublimaba por la fe. ¿Qué destello divino era el que de sus ojos emanaba? No puede darse idea del timbre de su voz al decir: «¿Para qué leyes? Soy mi propio testigo, y mi cara proclama un derecho. Soy el retrato vivo de mi madre». La marquesa la miró otra vez palideciendo. ¿Cruzó por la mente de la noble señora un rayo de duda?... ¿Vaciló su firme creencia? ¡Quién puede saberlo!

Miraba el retrato. Conozco a esa mujer afirmé en seco. Don Guillen no se conturbó. Está usted equivocado dijo . Será otra fisonomía semejante la que usted conoce. A esa mujer no la puede conocer usted. Ya le dije que es mi hermana y que no existe y subrayó la palabra hermana y el verbo existir.

Palabra del Dia

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