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En verdad, Silas estaba tan poco acostumbrado a hablar, excepto para hacer preguntas y dar las respuestas breves indispensables para la negociación de sus pequeños negocios, que las palabras no se le ocurrían con facilidad si no eran solicitadas por un objeto determinado.

El mirar penetrante de sus ojos parecía, al fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se le trocaba en calma para oír.

El general experimentaba impulsos de ternura, nunca sentidos, escuchando referir o presenciando y oyendo rasgos y respuestas del chico, que no pasaban de meras insolencias infantiles y que a él se le antojaban claros indicios de ideas sanas, principios severos y voluntad enérgica. Pepito era indudablemente a sus ojos un caso notabilísimo de atavismo. Los procedimientos de fuerza le encantaban.

Ella había tomado la iniciativa en una carta insinuante; después mediaron preguntas y respuestas en las planas de anuncios de los periódicos ilustrados, y por fin aquella cita, a la que acudía Luis con la ansiedad que despierta lo desconocido. El carruaje se detuvo ante San Antonio de la Florida. Bajó Luis, haciendo seña a su cochero de que esperase.

Sucedíanse las preguntas y respuestas como los golpes de incansables espadas sobre fuertes escudos. Por fin, aplacóse un tanto Colás, mientras su compañero siguió perorando, triunfante y engreído. ¡Ah, ladrón! gritó de pronto. ¡Te has comido mis arenques! Y muy ricos que estaban, contestó Colás con sorna.

Muy curiosa, casi cómica, era durante aquel triste interrogatorio la actitud de la Baronesa de Börne, la cual, ya que no podía hablar apretaba los labios, movía los ojos, sacudía la cabeza, inclinaba todo el cuerpo, como si sucesivamente repitiera las preguntas del juez y confirmara las respuestas del médico y del Príncipe, para hacer ver que ella había previsto las unas y las otras, y advertir por señas que también ella tenía una observación que hacer.

Esto son licorerías, boticas, cualquier cosa, menos lo que fueron en otro tiempo y ¡vamos!, que me dan ganas de echar a volar para no volver, cuando os presentáis con esos papelillos, pidiéndome que haga otra falsificación. El viejo se indignaba oyendo las respuestas de Fermín. Son exigencias del comercio moderno, señor Vicente; han cambiado los negocios y el gusto del público.

Por otra parte los acreedores, y los que persiguen a su mujer de usted, saben por su conducto si usted ha salido, si ha vuelto, si se niega, o si está realmente en casa. ¡Qué multitud de atenciones no tiene sobre el zapatero! ¡Qué tino no es necesario en sus diálogos y respuestas! ¡Qué corazón tan firme para no aficionarse sino a los que más le pagan!

No había prescindido aún enteramente de la ley social que exige pruebas positivas para la aclaración de ciertos hechos; pero aun poseyendo aquella susceptibilidad irreflexiva, no podía resistir á la fuerza de persuasión que en las respuestas de la huérfana había.

¿Y qué más le dijo? preguntó Lázaro, que no se cansaba nunca de las terribles respuestas de aquel fatal interrogatorio. Que debía aplicarse á la oración y á una vida santa. ¿Y ese militar no la ha vuelto á ver más? Estos días le he visto rondando por la calle de Belén, y yo ... me figuro.... ¿A ver? ¿Qué se figura usted?