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El globo estaba erizado de chimeneas; las inmensidades del Océano ofrecían siempre en el horizonte un punto negro y una nubecilla de humo; cascadas y ríos creaban al rodar fuerza y luz; las grandes barreras de piedra que llegan con su cumbre hasta las nubes sentían perforadas sus entrañas por un rosario de hormigas férreas resbalando sobre cintas de acero; en las obscuridades submarinas vibraban como bordones inteligentes los cables conductores del pensamiento; fuerzas misteriosas y hostiles trabajaban esclavizadas para el bienestar común; las antiguas hambres habían desaparecido gracias a las flotas inmensas que surcaban a todas horas el Océano, compensando con el sobrante de unos pueblos la carestía de otros; el hombre, hastiado de su reciente señorío sobre la costra terráquea, se lanzaba en el espacio, aprendiendo a volar.

Pronto se vieron lágrimas resbalando sobre el betún, llanto que al punto se volvía negro. «Te voy a matar, grandísimo pillo, ladrón...». Estos son los condenados charoles que usa la señá Nicanora. Pero, ¡re Dios!, señá Nicanora, ¿para qué deja usté que las criaturas...?». Una de las mujeres que más alborotaban se aplacó al ver a las dos damas.

Hay muchos peldaños desgastados y convierten á la escalera en un plano inclinado difícil de subir, pero apoyándome en las paredes, agarrándome á las asperezas, resbalando en el polvo para incorporarme después, acabé por llegar á lo más alto de la torre. La piedra es ancha y no había peligro alguno; sin embargo, apenas me atreví á dar algunos pasos, por temor de que me venciera el vértigo.

Pero no fué así, porque el cielo, que para otras cosas que él sabe me debe de tener guardado, hizo que las piernas y brazos del poderoso caballo resistiesen el golpe, sin recebir yo otro daño que haberme sacudido de el caballo y echado a rodar, resbalando por gran espacio.

Doña Paula se figuraba la diócesis como un lagar de sidra de los que había en su aldea; su hijo era la fuerza, la viga y la pesa que exprimían el fruto, oprimiendo, cayendo poco a poco; ella era el tornillo que apretaba; por la espiga de acero de su voluntad iba resbalando la voluntad, para ella de cera, de su hijo; la espiga entraba en la tuerca, era lo natural. «Era mecánico» como decía don Fermín explicando religión. «Pero a una mujer otra mujer» pensaba el tornillo. «Su hijo era joven todavía, podían seducírselo, como ya otra vez habían intentado y acaso conseguido». Ella creía en la influencia de la mujer, pero no se fiaba de su virtud. «¡La Regenta, la Regenta! dicen que es una señora incapaz de pecar, pero ¿quién lo sabe?». Algo había oído de lo que se murmuraba.

Pero hay que ver las botellas interrumpió Ojeda burlonamente. Eso es: hay que verlas juntas con los toneles; una enorme bodega; lo necesario para emborrachar a todo un pueblo... Y resbalando sobre el Océano vienen con nosotros toneladas y más toneladas de harina, montañas de cajas de conservas y de extractos; aves, pescados, bueyes, ¡qué se yo!... Todas las reservas de una ciudad sitiada.

Llegó resbalando sin violencias por la voluptuosa pendiente que lleva del placer al vicio, del vicio a la aberración, de la aberración al tedio, al desencanto, al espantoso vacío del corazón que produce vértigos en la cabeza y despeña al hombre en todas las locuras y en todas las infamias, en busca de placeres nuevos que despierten su sensualismo embotado, de impresiones desconocidas que sacien la voracidad de sus concupiscencias estragadas.

Y siguió, siguió torciendo esquinas á la ventura, empapándose en agua, tropezando aquí, resbalando allá, sin encontrar ningún transeunte, sino de tiempo en tiempo y aun así sin reparar en él.

Era el Espolón un paseo estrecho, sin árboles, abrigado de los vientos del Nordeste, que son los más fríos en Vetusta, por una muralla no muy alta, pero gruesa y bien conservada, a cuyos extremos ostentaban su arquitectura achaparrada sendas fuentes monumentales de piedra obscura, revelando su origen en el ablativo absoluto Rege Carolo III, grabado en medio de cada mole como por obra del agua resbalando por la caliza años y más años.

Fué él en los arsenales del desierto, cuando pasamos por el Canal de Suez; adelantándose en la proa de un barco mercante, cuando entramos en Malta, resbalando sobre las rosadas montañas de Sicilia y emergiendo de los mares que cercan el Peñón de Gibraltar.