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Actualizado: 22 de julio de 2025


Era su marcha una enrevesada peregrinación por las calles, deteniéndose ante las puertas cerradas; un aldabonazo aquí, tres y repique más allá, y siempre, á continuación, el grito estridente y agudo, que parecía imposible pudiese surgir de su pobre y raso pecho: «¡La lleeetJarro en mano bajaba la criada desgreñada, en chancleta, con los ojos hinchados, á recibir la leche, ó la vieja portera, todavía con la mantilla que se había puesto para ir á la misa del alba.

Al ir desfilando esta procesión, la multitud entusiasta lanzaba sonoros vivas y altos gritos de admiración y de aplauso, mientras que estremecían el aire el estruendo de las salvas de artillería y el repique de campanas de todas las iglesias de Roma.

En los intermedios marchaba tranquilamente, dejando vagar su mirada por los contornos indecisos de los montes y los árboles, y el pensamiento correr libremente por los recuerdos placenteros del día o de otros anteriores. No pocas veces le tiene arrancado a este dulcísimo embeleso el repique lento, argentino, melancólico, de las campanas de la iglesia, doblando a la oración.

Cuatro ventanas en los muros provistas de conchas y cristales, el altar con la imagen de la Dolorosa y una lámpara de plata que ardía frente á aquella, completaban el modesto templo á cuya puerta se levantaba una pequeña esquila, cuyo bronce anunciaba todos los días la oración de la tarde, y un alegre repique los viernes, el sacrosanto sacrificio que desde tiempo inmemorial se celebraba en ese día, conmemorativo de los dolores de María.

Los muchachos no tienen en qué pensar, y como no han de ir a jugar tresillo con nosotros, se van por esos mundos de Dios, o del Diablo, y... ¡ustedes saben lo que sigue!... Y he dicho y preguntado más que Ripalda, y aquí paz y después ¡gloria! Amén. Gruñó el reloj de pesas, y soltó el repique de sus campanas disonantes. Eran las siete de la noche.

Le veía inclinado con afanoso interés sobre el padrino doliente; le veía alegrando siempre la sala silenciosa del palacio con el repique sonoro de sus espuelas y la jovial resonancia de su risa saludable...; le veía amable y servicial con los pobres del contorno, con los criados de la casa; siempre amoroso y complaciente con ella, la hija del misterio, convertida entonces en reina de un hogar.

El repique de la campanilla del acólito resonaba claro y argentino en la vetusta capilla vacía. Oíanse fuera gorjeos de pájaros en los árboles del huerto, lejano chirrido de carros que salían al trabajo, rumores campestres gratos, calmantes, bienhechores.

Palabra del Dia

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