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De aquella hermosa muerta le había hablado un día que la acompañaba a Chillón; le había dicho cuán tierno había sido su cariño, qué parte tan grande de su ser estaba encerrada en aquella tumba, y ella le había pedido que siguiera hablandola de la muerta, y varias veces había repetido su ruego, había querido conocer los detalles de la vida de la joven, ver sus retratos, y con palabras cuyo secreto sólo ella poseía, había expresado la íntima dulzura del amor fraternal.

¿Cuándo y cómo? Dijiste una vez... y lo has repetido muchas veces... «jamás me casaré con quien no sea digna de ; y no es digna de ser esposa de un hombre honrado aquélla cuyos padres...» Lo diré de una vez.... La unión de los míos no tuvo la bendición del Cielo. ¡Perdón!... murmuré.

Sintió entonces cierta tristeza, cierto malestar que le aquejaba, a pesar de sus satisfacciones de la víspera, desde el momento en que los masones habían repetido por segunda vez aquella ridícula broma del sellito, que ahora como entonces había venido a asustarle primero, a irritarle después y a despertar, por último, su fogosa e irreflexible actividad de un momento, a la vista de aquel peligro misterioso que hubiera debido conjurar ya dos veces, sin haberlo hecho ninguna.

Al mismo tiempo hizo ademán de despojarse del abrigo. Veinte manos cayeron sobre él para ayudarle y esto retrasó un poco la operación. Representóse en la tertulia de Calderón la escena de los israelitas en el desierto que más se ha repetido en el mundo, la adoración del becerro de oro.

Volviendo al caso, digo que al hablar este compañero las últimas palabras que yo he repetido, vínose encima de sin saber cómo, y agarróse á la lancha. Pero, á lo que paece, aquel desplome de agua nos echó á tierra con la rompiente, porque allí nos alcontramos los dos al volver del atontamiento, cerca de unos baos de la lancha y con astillas de ella entre las manos.

El arquero se había repetido muchas veces durante su viaje aquellas palabras, que eran las mismas pronunciadas por su capitán; pero la verdad es que la dama, aunque estimando el rico presente, no se fijó en las frases del arquero porque estaba tan absorta como su esposo en la lectura del pergamino, que aquél le hacía en voz baja.

Un antiguo proverbio, repetido con harta frecuencia, dice que la fortuna no trae felicidad, y, ciertamente, que a menudo hay más tranquilidad de ánimo y goce puro de la vida en una cabaña que en un palacio.

Pronunciando estas palabras se escapó, desapareciendo a favor de las tinieblas que descendían sobre el monasterio. Quise seguirla para verla una vez más, pero, lo que creí el ruido de sus pasos, era el rumor de un sauce llorón que gemía entre sus espesas ramas y su cabellera melancólica. Después repetí estas palabras: su amistad me seguirá, ¡y con qué dulzura las he repetido hasta aquí!

Se me remitieron dos ó tres cajones llenos de papeles, sacados secretamente del gabinete del señor Laroque, aprovechando de un momento en que el anciano dormía, pues se había mostrado siempre muy celoso de su archivo secreto. En la primera pieza que me cayó á mano, el nombre de mi familia, muchas veces repetido, hirió bruscamente mis ojos y solicitó mi atención con un poder irresistible.

Luchad como valientes, Porque do quier que vayais, Como á traidores viles El mundo escupirá; Luchad, que defendemos El último baluarte, Donde salvar podremos La gloria y el hogar. ¡Al arma! Al arma! Al arma! Y el grito repetido Haga vibrar las almas Con súbita emocion, Y en torno de la hoguera Que brilla moribunda, Encienda sus antorchas Del pueblo la legion.