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Actualizado: 18 de julio de 2025


Chico: repetían ¡lograste lo que deseabas! Estás en la arena y junto al rio.... ¡Buen partido! Te cayó el premio... te casarás.... ¿Cuándo es la boda? ¿Cuándo nos das el gran día? Me indignaban aquellas burlas; pero rechazarlas enérgicamente habría sido una tontería. Hice risa de mi cólera; me burlé de , repitiendo los dichos del boticario, y así logré que se calmara la tempestad.

Las mismas escenas se repetian, como es sabido, en un espacio de mas de trescientas leguas, sin que nadie faltase á las cinco oraciones al dia que manda Mahoma.

¿Para qué hora piensan salir? Yo voy a ir a despertarlo. Será, señor, si no hace un paseo más largo... ¿Qué paseo? El galope con la «Pampita»... La «Pampita»... la «Pampita»... repetían Lorenzo y Ricardo. En el momento en que Lorenzo abría la puerta para salir al corredor, llegaba Baldomero con el mate en la mano. ¡Vaya, don Lorenzo, así me gusta! Ya ve: lavado y listo. ¿Y los compañeros?

La trinchera de D. Juan Cáceres lisonjeaba las esperanzas de los enemigos, y por lo mismo repetian contra ella con mas vivacidad sus esfuerzos y ataques: porque habiendo ya conseguido forzarlas en los dias anteriores, se persuadian que por aquel paraje podrian abrirse el paso que deseaban á lo interior de la villa; de modo que le fué preciso á Orellana socorrer con algunos soldados que separó de otros, donde el peligro y la necesidad no eran tantos, aumentándole tambien su fuerza con alguna tropa, de la que se mantenia de reserva, para acudir donde llamase mas la atencion por semejantes ocurrencias.

¡Adiós, Pablo! ... repetían las mujeres y los niños asomándose a la puerta de sus cabañas; pero él no oyó la voz querida ni vió el semblante de Carmen entre aquellos curiosos.

Cuerpo que el hidalgo tomaba en sus manos casi nunca volvía a los estantes. ¿Para qué? ¡Le quedaban tan pocos años de vida! Los ataques de gota se repetían, cada vez más próximos, y un mal oculto y febril le iba desecando el húmedo radical y rebutiendo los hipocondrios.

Unos a otros se miraban, se besaban, y cada vez que llegaba algún vecino de Abreschwiller, de Dagsburgo o de San Quirino se repetían tales manifestaciones de afecto. Marcos Divès se vio obligado a contar más de veinte veces la historia de su ida a Falsburgo.

Se repetían los comentarios que habíamos oído en lo de Bringas; la muerte del Conde romano producía entre las visitas extensas lamentaciones y tremendas protestas contra los cobardes enemigos. Mi tía contó cómo había conseguido comprar uno de los primeros boletines.

La noticia voló por la ciudad. Aquel extraño y terrible juramento, que se repetían unos a otros, causó impresión profunda en el público. Los parientes y amigos del conde peroraban con exaltación en todos los grupos. A uno de aquéllos se le ocurrió dirigir una exposición al rey, firmada por todos los vecinos, pidiendo que se revisase de nuevo el proceso del coronel. Pero ya se le había adelantado el deán, hombre fogoso y elocuente, que logró que el obispo y el cabildo le diesen su representación para ir a Madrid a gestionar la rehabilitación de su amigo de la infancia.

Los viejos trabucos cargados hasta la boca, tronaban con fogonazos que quitaban la vista, chamuscando a los más cercanos; disparábanse los pistolones de arzón entre las piernas de los fieles; repetían sus secas detonaciones las escopetas de fabricación moderna, y la muchedumbre aficionada a correr la pólvora, arremolinábase gesticulante y ronca, enardecida por el excitante humo mezclado con la humedad de la lluvia y por la presencia de aquella imagen de bronce, cuya cara redonda y bondadosa de frailecillo sano, parecía adquirir palpitaciones de vida a la luz de las antorchas.

Palabra del Dia

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