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Habíamos prometido en Paris hacer una visita en su casa de campo al Sr. B , ilustre químico y naturalista frances, tan sabio como franco y obsequioso, que comenzó su carrera científica con estudios prácticos hechos en la antigua Colombia y otras repúblicas españolas.

Cada Canton es una confederacion ó república democrática de distritos, tambien libres, autónomos é iguales entre , verdaderas repúblicas de 500 2,000 5,000 ó mas almas, en la mayor parte de los cantones, ó cuando ménos favorecidas por un régimen municipal muy liberal. Esa triple escala de confederaciones ha sido prodigiosamente fecunda en bienes de todo género.

A esta falsa rutina debe atribuirse el mal éxito de todos los ensayos de colonizacion que se han practicado en las jóvenes repúblicas americanas, mientras el sistema contrario ha elevado de repente á un estado de prosperidad extraordinaria las colonias en que la Rusia funda ahora su preponderancia política.

El espíritu democrático del mundo entero se alzó contra el Imperio. Este triunfo de la democracia empieza á verse por todas partes. «Ya no queda un solo emperador en Europa sigue pensando . Los Imperios vencidos quieren ser repúblicas. Todos los reyes olvidan á sus abuelos de derecho divino y pretenden hacerse perdonar su corona imitando la vida simple de un presidente

La civilización antigua se corrompió y degeneró primero, y con la invasión de los bárbaros sufrió después largo eclipse, o más bien sueño o letargo del que hubo de despertar o de renacer transformada y muy otra de lo que era y con otros modos de expresión para manifestar su pensamiento; pero en las repúblicas hispano-americanas ni ha habido invasión de bárbaros, ni desmayo, ni decadencia de civilización, ni raza triunfante y dominante que se haya sobrepuesto a la raza española de origen que antes triunfaba y dominaba.

Los marinos portugueses, gallegos y cántabros comerciaban con las Islas Británicas y las repúblicas anseáticas del Báltico; los marinos catalanes y mallorquines, rivales de los italianos en el comercio de Oriente, usaban cartas de navegar desde mediados del siglo XIII. Las Ordenanzas de Aragón disponían que cada galera llevase dos cartas marinas, cuando los demás buques de la cristiandad navegaban sin otros rumbos que el instinto y la costumbre.

En eso, todas nuestras repúblicas se parecen, pero ninguna ultrapasa la de los buenos yanquis. El prurito de la aristocracia es curioso entre ellos. No hablo del Sur, donde se conserva aún la tradición de la aristocracia de raza; me refiero al Norte, a ese mundo de financistas, industriales y comerciantes.

No, no, ni Dios lo permita o quiera. Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey, en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria.

Mal año y mal mes para don Belianís y para todos aquellos que dijeren que se le igualó en algo, porque se engañan, juro cierto. Digo asimismo que, cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe; y esta mesma regla corre por todos los más oficios o ejercicios de cuenta que sirven para adorno de las repúblicas.

Ahí tiene usted explicado lo efímero del imperio de Maximiliano. Luego, pasando a la cuestión religiosa, decía sereno y reposado: Amigo, amigo don Crisanto: entiendo que la Iglesia no patrocina ni monarquías ni repúblicas. Para ella, cualquiera forma de gobierno es buena... ¡cuándo es buena! Poco le importa que el jefe de un Estado se llame rey o presidente o emperador.