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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Tan notables fueron los primeros exámenes de derecho rendidos por Juanillo Simplón, que él, su padre, su madre, su tía, su abuelita y su padrino, todos de común acuerdo y sin la menor discrepancia, resolvieron que era un futuro hombre de genio.

Nadie hablaba: no hacía el varón caso de la hembra, ni buscaba la muchacha el halago del mozo, ni el niño se detenía a jugar. Los fuertes parecían rendidos, los jóvenes avejentados, los viejos medio muertos. ¡Casta dos veces oprimida por la ignorancia propia y el egoísmo ajeno!

Ryp, van Stein y los moros se pusieron a cavar furiosamente, mientras nosotros nos alejábamos corriendo por la orilla del río. Llegamos rendidos cerca del mar, y nos encontramos en un arenal inmenso, formado por dunas que el viento levantaba y deshacía. Nos guarecimos los dos en una grieta de la arena y estuvimos así escondidos horas y horas, con el oído atento.

Se ha ido a enamoricar el pobrecillo de una mujer que sólo goza teniendo a los hombres rendidos a sus pies... Además, aquí entre nosotros, y que no sea decir nada contra Villa, que es una excelente persona, ¿cree usted que es partido para la condesa del Padul un comandante de infantería? Por no murmurar de un amigo ausente, me encogí de hombros.

Tras larga carrera llegamos por fin a Estrelsau, entre ocho y nueve de la mañana. Todas las puertas de la ciudad estaban abiertas como de ordinario, excepto cuando las cerraban el capricho o las intrigas del Duque. Entramos en la capital siguiendo el mismo camino que habíamos recorrido la noche anterior, pero rendidos de cansancio, tanto jinetes como caballos.

Por las noches, rendidos de fatiga, entretenían la espera del último rancho jugando a los naipes, o canturreando. Don Pablo les había prohibido severamente que leyesen periódicos. Su única alegría era el sábado, cuando al anochecer salían de la viña, camino de Jerez, para ir a misa, como ellos decían.

Volvió a examinarlos con un poco de recelo y cambió de conversación. Al cabo de un rato, deteniéndose, les propuso desviarse de la vereda y tomar un atajo a campo traviesa. Nuestros antropólogos aceptaron sin vacilar, porque estaban ya bastante rendidos.

¡Vaya, vaya, tío, déjeme en paz! replicaba la chica exasperada y saliendo como un huracán por la puerta. Esto mismo le acaecía á Martinán con todos los que aprisionaba en las redes de su lógica. En vez de declararse rendidos y confesar que no tenían sentido común, ó se marchaban, ó se mofaban de él, ó le insultaban.

Las marchas y contramarchas nos dejan tan rendidos, que casi nos parece preferible entrar en acción a vagar por trochas y vericuetos. No qué es peor, si ir perdiendo poco a poco la vida, destrozada por la fatiga y el cansancio, o exponerse a que acabe todo de una vez.

Todos tenían el mismo salvaje aspecto y estaban animados por la misma energía e idéntico espíritu de venganza. Los de Hullin, rendidos de cansancio, se sentaron a derecha e izquierda en haces de leña, en las piedras de los desagües y en las losas del hogar, con la cabeza entre las manos y los codos en las rodillas.

Palabra del Dia

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