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Actualizado: 20 de mayo de 2025
8.º Almugdabyr. 1036 9.º Ira Almudafat. 1063 10.º Zulema. 1081 Haucen Aben Huth, hijo del anterior. 1083 Juceph Aben Huth. 1088 Almozaben. Reinaba ya en 1096 Abdelmelch Reinó muy poco tiempo. Hamat Almuzacayth. 1098 Abuhazalen. 1110 Este fué muerto en la célebre batalla de Valtierra. Nota 4.ª Archivo general de la corona de Aragon. Gratiarum 8. de Jaime II. Parte 2.ª fol. 187. n.º moderno 205.
Reinaba el silencio en todas partes. El latir grave y acompasado del reloj era el único ruido sedicioso que turbaba la majestad de aquel silencio. Se había estremecido dentro de su armadura, como si quisiera despertar de algún sueño triste, y había exhalado un suspiro ronco: después se escucharon en lo interior de su vientre algunos ruidos huecos y mecánicos.
Pero sobre todo, se había perpetuado en el alma de Perla aquella violenta lucha que reinaba en el ánimo de Ester, quien podía reconocer en su hija el mismo espíritu libre, inquieto, provocativo y desesperado, y la misma ligereza de su carácter, y aun algo del mismo abatimiento que se había apoderado de su corazón.
Bajo el cabello rubio del joven, reinaba la misma frente voluntariosa que bajo las cocas todavía negras de la solterona; sus ojos de acero tenían la misma tranquila energía que se reflejaba en los del comandante y en los de su hija; sus gestos, su sonrisa, su voz, toda su persona, en fin, era, como su carácter, la emanación de aquella vida varonil y tierna que había hecho de él un hombre en la hermosa y alta acepción de la palabra.
El silencio que reinaba en aquella pieza larga y anticuada, era interrumpido sólo por sus amargos sollozos y por el solemne tic-tac del gran reloj antiguo que había en el extremo más lejano de la habitación. Mi mano se apoyaba tiernamente sobre el hombro de la pobre niña, pero transcurrió un largo rato antes de que pudiera conseguir que enjugase sus lágrimas.
De pie, en medio de él, se hallaba la primogénita del señor de Elorza, a medio vestir, y en torno suyo unas cuantas señoras, algunas de ellas de rodillas, que la estaban aderezando lo mismo que si fuese una Virgen de madera. Reinaba gran emoción en todas. Ya le habían puesto un precioso vestido de raso blanco guarnecido por delante desde el pecho hasta los pies con una franja de azahar.
Pagaba una cuota mensual en las Escuelas Dominicales, pero no asistía a las lecciones ni a las conferencias; vivía lejos del círculo en que el Provisor reinaba. Este visitaba poco a las personas que no podían o no querían servirle en sus planes de propaganda.
La sorpresa y las dudas del médico nacieron cuando, poco a poco, fue observando que entre Julia, de un lado, y de otro entre su prima y el marido de ésta, no reinaba la misma cordialidad.
Y reinaba un mutismo palpitante, escuchándose tan sólo el retintín de los tijeretazos que cercenaban el rabo de las tagarninas. «Acontecimiento incalificable» repetía Amparo . «Se nos asegura que hará dos días entraron tres guardias civiles francos de servicio en el café de la Aurora, y un oficial que allí había los arrestó...» Arrestaría, arrestaría.... Callar, bocas....
Los rosales ateridos se me representaban cubiertos de rosas, y los naranjos de azahares y frutas que mil pájaros venían a picotear, participando del festín de la boda. Mis meditaciones y mis visiones no se interrumpieron sino cuando el profundo silencio que reinaba en la casa se interrumpió por el sonido de una fresca voz, que retumbó en mi alma, haciéndome estremecer.
Palabra del Dia
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