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Actualizado: 19 de junio de 2025
Para los otros regimientos éramos gente mala, tal vez escapados de presidio. «¡Qué hambre sufrirías en tu casa me dijeron en el frente , cuando has venido aquí para poder comer!...» Y entre nosotros había estudiantes, periodistas, jóvenes de familias ricas, enganchados por entusiasmo... Pero no hablemos de esto.
No tuvimos tan buena suerte en el segundo ataque, porque renunciando ellos a poner en movimiento la caballería en lugar angosto, atacaron a la bayoneta con tanta fiereza, que nuestros regimientos de línea, y aun los valientes valones y suizos, retrocedieron aterrados.
Los dos viejos se impacientaban, queriendo encontrar cuanto antes la tumba de su hijo. Transcurrió media hora sin que los exploradores diesen con ella. Siempre nombres desconocidos, cruces anónimas ó inscripciones que consignaban cifras de otros regimientos. Don Marcelo ya no podía tenerse en pie. La marcha por la tierra blanda, á través de los surcos, era para él un tormento.
Y comentaba con alegría infantil los relatos maravillosos de los periódicos: combates de un pelotón de franceses ó de belgas con regimientos enteros de enemigos, poniéndolos en desordenada fuga; el miedo de los alemanes á la bayoneta, que les hacía correr como liebres apenas sonaba la carga; la ineficacia de la artillería germánica, cuyos proyectiles estallaban mal.
Desnoyers corrió al borde del camino para convencerse mejor de la verdad. ¡Ay! Eran regimientos como los que él había visto partir de las estaciones de París... pero con aspecto muy distinto. Los capotes azules se habían convertido en vestiduras andrajosas y amarillentas; los pantalones rojos blanqueaban con un color de ladrillo mal cocido; los zapatos eran bolas de barro.
Esto es una ampliación de nuestro taller fotográfico... Según sus informes, hay acampados en el bosque dos regimientos alemanes. Don Marcelo vió en la fotografía la mancha del bosque y dentro de ella líneas blancas que figuraban caminos, grupos de pequeños cuadrados que eran manzanas de casas de un pueblo. Creyó estar en un aeroplano contemplando la tierra á mil metros de altura.
Inmediatamente después empezaba a distribuirse toda aquella tropa mujeril, como soldados que se incorporan a sus respectivos regimientos. Estas bajaban a la cocina, aquellas subían a la escuela y salón de costura, y otras, quitándose las tocas y poniéndose la falda de mecánica, se dedicaban a la limpieza de la casa.
Sólo los amigos del gobierno y los personajes oficiales tenían permiso para entrar en el palacio y ver de cerca tales maravillas. El enorme patio central, donde podían formarse á la vez varios regimientos y en el que se desarrollaban las más solemnes ceremonias patrióticas, fué el lugar destinado para tal exhibición.
Usted, que conoce, como unos pocos de nosotros, el gran poder destructivo de las materias explosivas, ¿qué importancia puede dar á nuestros regimientos, armados de flechas y lanzas, como en los reinados de los más remotos emperadores?... Pero necesitamos mantener este ejército poco temible, porque los pueblos, aunque vivan en paz, quieren saber que existe una fuerza pública capaz de defenderlos.
Tengo en mis manos la voluntad del gobierno, continuó Simoun; he empeñado y gastado sus pocas fuerzas y recursos en tontas espediciones, deslumbrándole con las ganancias que podía sisar; sus cabezas están ahora en el teatro tranquilas y distraidas pensando en una noche de placeres, pero ninguna volverá á reposar sobre la almohada... Tengo regimientos y hombres á mi disposicion, á unos les he hecho creer que la revolucion la ordena el General, á otros que la hacen los frailes; á algunos les he comprado con promesas, con empleos, con dinero; muchos, muchísimos obran por venganza, porque están oprimidos y porque se ven en el caso de morir ó matar... ¡Cabesang Tales está abajo y me ha acompañado hasta aquí!
Palabra del Dia
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