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Empleamos sólo cuatro días entre Honda y Barranquilla; en los dos últimos, el calor se hizo sumamente intenso, aunque no como a la subida, porque la rapidez misma de la marcha avivaba la corriente de aire que venía fresca aún de su contacto con el mar. ¡Con qué indecible placer, al llegar a la costa, regalé magnánimamente a uno de los muchachos de a bordo mi petate, mi almohada y mi mosquitero!

En cambio acaricia la pretensión de que los demás sean rumbosos, y quiere que papá regale o malvenda a unas monjas un terreno que posee fuera de la Puerta de Bilbao. No puedes imaginar las recomendaciones y empeños que andan buscando. ¡Figúrate! ¡A papá con esas! Papá dice que la de Astorgüela es muy mala y que la devoción la hace peor.

Es guapo chico. Varios españoles residentes en Londres le acompañamos en el tren hasta Dover. Yo le regalé un magnífico reloj... Es muy despejado chico, pero muy despejado. ¡Lástima de Rey! Yo le dije: «Vuestra Majestad va a gobernar el país de la ingratitud; pero Vuestra Majestad vencerá a la hidra». Esto lo dije por cortesía; pero yo no creo que pueda barajar a esta gente.

Obsequiáronme al otro día con las pieles, y regalé yo a Chisco y a Pito Salces sendos centenes isabelinos, con lo que pensaron enloquecer de alegría. Así acabó aquella memorable y descomunal aventura, que debió de haber acabado conmigo tan pronto como la acometí.

¡Mira, si no te callas, te doy azotes!... Vamos, duérmete: si te duermes, te compraré un caballo para que vayas al Retiro montado como tu amiguito Julián... y después te llevo al Circo a ver los clowns... ¿no te acuerdas de los saltos que dan? ¡Qué saltos tan grandes sobre el caballo! ¿eh?... Y la niña rubia que se sube al trapecio, ¡qué bonita!, ¿eh?... Y después vamos a casa de Julianito, y comerás dulces... y otro día iremos a Leganés a ver a la tía Adelaida para que te regale el pajarito de cristal que canta dándole cuerda... y lo traeremos para casa, ¿verdad?... ¿No te gusta?

No llores, tonta, que eso que has soñado es una mentira muy grande; todo lo que se sueña es mentira, ¡te lo digo yo! tu madre está sana y buena, y un día de estos vendrá a verte. ¿Por qué crees que yo no te quiero? ¿no te acuerdas que el día aquel que llegaste en ese vapor, fuí yo con tiíta a buscarte y te regalé confites?

En el tiempo que el pueblo de Candelaria estaba comprendido en los de mi cargo, tenía dispuesto que aquellos indios frecuentasen los viajes a los yerbales silvestres; y entre otros puntos que encargaba para que se gobernasen en aquella faena, era el que conservasen la mejor armonía con los infieles, aficionándolos al trato con ellos; y que siempre que tuvieran oportunidad les persuadiesen a ser cristianos y a salir de los montes, convidándoles con las conveniencias que ellos tenían en sus pueblos; y para que les fuesen patentes, vieran si podían persuadir a algunos caciques a que, como de paseo, vinieran a ver su pueblo; y en efecto vino uno con otros dos indios con algunos de Candelaria, a los que agasajé y regalé bastante.

A mediodia llegó bordo el cacique Uzel, con 18 indios y la lenguaráz mulata; y porque este es el que pára ahora en el Colorado, y ser el cacique mas inmediato á nosotros, lo regalé mucho, como tambien á todos los indios que le acompañaban.

También esto lo repugno; no, Cristeta no es mujer que se entregue a cualquiera de la noche a la mañana, mucho menos en aquellas circunstancias, sin necesidad, porque yo le regalé mil duros... para vivir un año. Entonces, ¿en qué quedamos? No, pues lo que es yo no he colaborado a la venida del angelito al mundo. ¡Poca prisa que se hubiese dado ella a buscarme!

Entre tanto, ordenaba y disponía mis caudales de modo que los tuviera siempre a la mano por alejado que me viera de ellos; y por último, me atreví con lo que más me dolía y a lo cual llamaba yo «quemar mis naves»: «deshice» mi casa. Quería destruir el nido para no tener tanto apego al árbol. Empaqueté lo más, vendí muy poco y regalé algo de ello a mis amigos.