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Actualizado: 3 de junio de 2025
Era la difunta Correa; no podía ser otra, ¡Aquellos ojos!... ¡Aquel niño que la acompañaba!... Se quitó el sombrero con la misma expresión reverente que cuando había rezado ante su tumba. ¿En qué puedo servirla, señora? dijo . ¿Qué desea de mí?... La mujer permaneció muda, y sus ojos redondos, de un ardor obscuro, le miraron fijamente.
Este le dio las gracias con bondad y miró el presente muy cerca, distraídamente, porque estaba acostumbrado a examinar así todo lo que tomaba en las manos. Entretanto, los ojos redondos, brillantes y sorprendidos del pequeño Aarón estaban fijos en él; el niño se había parapetado tras de la silla de su madre y desde allí lanzaba sus miradas furtivas.
Mientras Lewis jugaba, el conde, sentado en un diván, leía plácidamente algún volumen, sin prestar atención á la curiosidad del público, que se fijaba en su gran cabellera blanca echada atrás, sus bigotes enormes y alborotados, sus ojos redondos, verdes y fosforescentes como los de un pajarraco nocturno. Castro sentía excitada su curiosidad por los libros del conde.
Detrás de los cristales brillaban unos ojuelos inquietos, muy negros y muy redondos. Terciaba el manteo a lo estudiante, solía poner los brazos en jarras, y si la conversación era de asunto teológico o canónico, extendía la mano derecha y formaba un anteojo con el dedo pulgar y el índice.
Pero al instante los levantaba rápida y tímidamente hacia aquellos redondos y brillantes cristales que la ofuscaban. Al fin concluía por ruborizarse. Pablito, satisfecho, apuntaba a otra belleza. Las conocía como si fuesen sus hermanas, tuteaba a la mayor parte de ellas y de muchas había sido novio: pero la pluma en el aire no era más movible y tornadiza que él en materia de amores.
Hacía sentir en la cocina y sus anexos una autoridad de verdadera patrona; pero apenas sonaba la voz del marido, parecía encogerse en un silencio de respeto y temor. Al sentarse la china á la mesa le contemplaba con sus ojos redondos, fijos como los de un buho, revelando una sumisión devota.
El Sereré pierde su nombre luego que se junta con el Guaporé: y este en la cercania de los Moxos corre con el nombre de gran rio Itenes: navegable desde la Villa Bella de Mattogroso hasta que se junta con el Mamoré, que va de sur á norte, y ambos juntos forman el rio de la Madera, navegable hasta el Marañon, aunque con el trabajo de algunos saltos, que los portugueses pasan facilmente, sacando á tierra las embarcaciones, y llevandolas algun trecho sobre trozos redondos de madera.
De ahí se ha deducido que las estrellas en general están tan distantes de la Tierra, que una longitud de 300 millones de leguas próximamente es como nula en comparación de sus distancias. Su distancia á la Tierra ó al Sol es 220 mil veces tan grande como el radio de la órbita de la Tierra. En números redondos, se eleva á 8,350 mil millones de leguas de 4 kilómetros.
Allá abajo, en algunos sitios, las piedras escalonadas formaban como las graderías de un anfiteatro. En los bancos de este coliseo natural quedaban, al retirarse la marea, charcos claros, redondos, pupilas resplandecientes que reflejaban el cielo.
A su lado, en otra butaca, estaba Calderón, hombre de unos cincuenta años, grueso, de cara redonda y sonrosada, adornada por cortas patillas grises; los ojos redondos, vagos y mortecinos.
Palabra del Dia
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