Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 22 de mayo de 2025


En el bolsillo de la bata tenía medio duro, una peseta, y algunos cuartos, la vuelta del duro que dio a Papitos para que le trajera... no recordaba qué. Pues con aquel dinero tenía bastante. ¿Para qué más? ¿Y a dónde iría? A una casa de huéspedes. No... a casa de D. Evaristo... No, porque D. Evaristo la reñiría.

¡Un don Quijote rojo! decía Castro. De niño recordaba haber jugado con su sable, fabricado en Toledo: un arma repujada de oro, con arabescos copiados de la vieja espada del descubridor y conquistador Alvaro de Castro, que había sido Adelantado en las Indias.

Era don Cayetano un viejecillo de setenta y seis años, vivaracho, alegre, flaco, seco, de color de cuero viejo, arrugado como un pergamino al fuego, y el conjunto de su personilla recordaba, sin que se supiera a punto fijo por qué, la silueta de un buitre de tamaño natural; aunque, según otros, más se parecía a una urraca, o a un tordo encogido y despeluznado.

Don Pedro Miranda quedó viendo visiones con la visita de Peña y don Feliciano. Dijo que no recordaba... que él no tenía agravio alguno de don Rudesindo... al contrario. Pero Peña le había atajado, diciéndole: Bueno, don Pedro. No podemos escuchar eso. Nombre usted dos personas que se entiendan con nosotros. El atribulado propietario nombró a Gabino Maza y Delaunay por representantes.

Cuando se encontraba en una situación apurada, cercado por los carabineros, cuando se perdía en el monte, en medio de la noche, cuando tenía que hacer un esfuerzo sobre mismo, recordaba la actitud y la voz del viejo al decir: ¡Firmes! ¡Siempre firmes! Y hacía lo necesario en aquel momento con decisión. Tenía Martín serenidad y calma.

El talle, el contorno de toda la figura, la genuflexión ante el altar, otras señales que sólo él recordaba y reconocía, le gritaron como una explosión en el cerebro: ¡Es Ana! La beata de la celosía continuaba el rum rum de sus pecados. El Magistral no la oía, oía los rugidos de su pasión que vociferaban dentro.

Luna recordaba a los viajeros que en tiempos de peste atraviesan el cordón sanitario. Están sanos y contentos; nada delata la enfermedad en sus cuerpos. Pero los gérmenes destructores van en los pliegues de sus ropas y en sus cabellos; conducen la muerte sin saberlo, y la esparcen sin darse cuenta saltando las barreras y los obstáculos.

Ana recordaba entonces a su Magistral y lloraba enternecida. «¡Qué grande hombre era y cuánto le debía! ¿Quién sino él había sembrado aquella piedad en su alma?». En cuanto pudo levantarse, uno de sus primeros cuidados fue escribir a don Fermín una carta con que había soñado ella muchas noches, que era uno de sus caprichos de convaleciente.

Luego su existencia había transcurrido como entre las nieblas de un ensueño. Recordaba que abandonó espontáneamente Marchamalo, para refugiarse en el arrabal, en la casucha de una parienta de su mujer.

Y, sin embargo, Huberto no esperaba sino una palabra suya para pedir su mano. De lejos, se le representaba más seductor. Recordaba sus actitudes elegantes, su rostro distinguido cortado por un bigote dorado.

Palabra del Dia

bagani

Otros Mirando