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Actualizado: 18 de julio de 2025
Vió á un sanitario que con la espalda apoyada en un tronco iba á devorar un pan y un pedazo de embutido. Sus ojos envidiosos examinaron á este hombre, grande, cuadrado, de mandíbula fuerte cubierta por la florescencia de una barba roja. Avanzó con muda invitación una moneda de oro entre sus dedos.
Porque, para mí, el bolchevismo no es un problema sanitario, sino un problema social, y, en el estado actual de la Ciencia, me parece absurdo pretender que nadie cambie de religión o de política sometiéndolo a un tratamiento médico. Acaso el agua bendita haya resuelto algunos problemas sociales; pero, probablemente, el agua oxigenada no resolverá ninguno.
Luna recordaba a los viajeros que en tiempos de peste atraviesan el cordón sanitario. Están sanos y contentos; nada delata la enfermedad en sus cuerpos. Pero los gérmenes destructores van en los pliegues de sus ropas y en sus cabellos; conducen la muerte sin saberlo, y la esparcen sin darse cuenta saltando las barreras y los obstáculos.
La fórmula de aquel rompimiento, de aquel cordón sanitario fue esta: ¡Es necesario aislarla.... Nada, nada de trato con la hija de la bailarina italiana! El honor de haber resucitado esta frase perteneció a la baronesa de la Barcaza. Si Ripamilán hubiera podido salir de su casa, no hubiera respetado aquel acuerdo cruel del gran mundo.
Habían perdido de golpe toda su fiereza al verse lejos del oficial y libres de la disciplina. Algunos que sabían un poco de francés hablaban de su mujer y de sus hijos, para enternecer á los enemigos que les amenazaban con las bayonetas. Un alemán marchaba junto á Desnoyers, pegándose á sus espaldas. Era el sanitario barbudo.
Las walkyrias de la Sanidad habían desaparecido igualmente. El barbudo era de los que se habían quedado, y al ver de lejos á don Marcelo sonrió, desapareciendo inmediatamente. A los pocos momentos reaparecía con las manos llenas. Nunca su presente había sido tan generoso. Presintió el viejo una gran exigencia, pero al llevarse la mano al bolsillo, el sanitario le contuvo: Nein... Nein.
Ahora, a medida que nuestra educación individual nos ha hecho comprender lo que es la higiene y demostrado su importancia, no sólo hemos mejorado nuestro estado sanitario, sino que, de pronto, se ha formado un sentimiento colectivo igual a la suma de los sentimientos individuales sobre la materia, y se ha constituido una opinión pública prohigiénica.
A la mañana siguiente, el sanitario le esperaba en el mismo sitio con una servilleta llena. ¡Barbudo servicial y bueno!... Le ofreció una moneda de oro. Nein contestó estirando su boca con una sonrisa maliciosa. Dos rodajas brillantes aparecieron en los dedos de don Marcelo.
Su nacimiento en los Estados Unidos facilitó que la admitiesen en el personal sanitario de las divisiones americanas que se batían en Château-Thierry. Escuchando el príncipe las explicaciones de don Marcos, recuerda una confesión de Alicia. Era torpe de manos; su voluntad, ansiosa de hacer el bien, flaqueaba por falta de medios materiales en el momento de la acción.
Por esto Evarista, que es la misma previsión, ha pensado en someterla a un régimen sanitario en San José de la Penitencia. CUESTA. Permíteme, querido Urbano, que disienta de vuestras opiniones. Dirás tú que quien me mete a mí... DON URBANO. Al contrario... Como buen amigo de la casa, puedes darnos tu parecer, aconsejarnos...
Palabra del Dia
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