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Actualizado: 22 de mayo de 2025
No, Barret, aquello no podía continuar. No lo consentiría; era asunto de buen corazón. Y como le habían hecho proposiciones de nuevo arrendamiento, avisaba á Barret para que dejase los campos cuanto antes. Lo sentía mucho, pero él también era pobre.... ¡Ah! Y por esto mismo le recordaba que habría que hacer efectivo el préstamo para la compra del rocín, cantidad que con los réditos ascendía á....
Sin ser muy alta, tenía una estatura y porte majestuosos. Era delgada, flexible y elegante como las bellas damas del Renacimiento que los pintores italianos escogían para modelos. La línea de su cuello mórbido y lustroso recordaba las estatuas griegas.
Lo que Luz no recordaba bien era el timbre de la voz de su acompañante de allá; pero en cuanto oyó hablar al otro de carne y hueso, exclamó para sí con nuevo asombro: «¡El mismo!» Este otro la dijo que había ido a buscarla allí, porque una corazonada le había declarado que allí la encontraría.
Reconoció también una amistad vieja en la otra tablita blanquecina, donde, jeroglíficamente, se anunciaba un importante comercio. ¡Cómo recordaba Isidora haber visto en su niñez la redoma pintada, en cuyo círculo aparecían nadando unas culebrillas, o curvas negras de todas formas, que servían de insignia industrial a Encarnación Guillén, conocida en distintos barrios con el nombre de la Sanguijuelera!
Debía haber ocurrido algo muy grave, muy grave, para un rompimiento tan completo, tan definitivo, que parecía ser eterno; porque ella, desde que abrió los ojos, recordaba haber visto siempre las cosas así. ¿Sabes, Agapo, cuál ha sido la causa?
Y dejaba su mano entre las de Fernando, sin resistirse, con la misma tolerancia con que se entrega un objeto precioso al niño enfurruñado, para consolarle. El ingeniero quería olvidar y acariciaba con arrobamiento aquella mano que recordaba, al través de su figura, la potente garra de Sánchez Morueta. La intervención del aña interrumpió su embriaguez amorosa.
Cuando hablaba y el gran Simoulin era incapaz de callar así que tenía un oyente , su palabra parecía difundir en torno de él una aureola de prestigio histórico. Todas las celebridades de la segunda mitad del pasado siglo las había conocido el grande hombre. Recordaba como amigos de ayer á Víctor Hugo y á Gambetta.
De pie, perdía gran parte de su majestad, por ser pequeño de estatura y mostrarse agitado continuamente á causa de su inquietud nerviosa. Sentado en su Museo, recordaba al Padre Eterno, á pesar de las arrugas de su rostro y el mal color de su tez, impregnada del polvo de los libros y de las piezas arqueológicas.
Fragoso quedó encantado de aquella brusca energía de nervios y músculos que no recordaba más, y subió a su memoria el recuerdo del viejo combate con la irara; era la misma mordida sobre la cruz: un golpe seco de mandíbula, y a otra rata.
Palabra del Dia
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