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Actualizado: 16 de junio de 2025
Y pon agua a la lumbre. Y Chinto entraba, salía, dando zancajadas a través del lodo, trayendo a la exigente facultativa cera, espliego, romero, vino blanco y tinto, anís, aceite, ruda, todas las drogas y comestibles que reclamaba.... En los breves intervalos que tenía de descanso el solícito mozo, se sentaba en una silla baja, al lado del lecho de la tullida, quejándose de que le faltaban las piernas de algún tiempo acá, él mismo no sabía cómo, y parece que la respiración se le acababa enteramente: el médico le afirmaba que se le había metido polvillo de tabaco en los broncos y en los plumones... Boh, boh... ¿qué saben los médicos lo que uno tiene dentro del cuerpo?
Sólo salen bien, ¿es cierto?, cuando los enfermos se olvidan de tomar vuestros remedios dijo el squire que consideraba a la medicina y a los médicos como muchos hombres lealmente religiosos consideran a la iglesia y al clero. Saboreaba una burla dirigida contra los doctores y su ciencia cuando estaba en buena salud, pero reclamaba su auxilio con impaciencia así que sentía algo.
Partiendo de la hipótesis de que debía ser ahorcado en virtud de principios generales, lo favorecían permitiéndole más amplio derecho del que su despreocupada osadía reclamaba. El representante de la justicia parecía más inquieto que el mismo preso, quien indiferente para los demás, afectaba al parecer una lúgubre satisfacción en el conflicto a que había dado lugar.
Llenaba luego apresuradamente las copas, como si su vacío le infundiese horror, y apenas sentía disminuir el peso de la botella, reclamaba con vigilante previsión el envío de otra. Dirigía equitativamente este gasto extraordinario: las buenas cuentas mantienen las amistades.
Ellos entonces, los ladrones cogidos, quisieron hacer algo por su cuenta y atacaron la quinta que hallaron más á mano, prometiendo dar religiosamente las dos terceras partes del botin al español de cabellos blancos si acaso las reclamaba.
Imbuído en las prevenciones de su padrino, esperaba que la señorita Guichard intentaría acapararle enteramente, tenerle en tutela, convertirle en una especie de cartujo privado. Y en lugar de tales medidas de rigor, reclamaba modesta y casi humildemente que no se prescindiese de ella. El tirano se metamorfoseaba casi en víctima.
Apretó los puños y echó por aquella boca sapos y culebras, apartándose del balcón por no presenciar más tiempo un espectáculo que le enloquecía. Al volverse, su mirada se cruzó con la mirada del bruto de la imprenta, que inmóvil en medio de la sala, más feo, más horrible y siniestro que nunca, reclamaba las nefandas cuartillas. ¡Nada, nada, á rematar el artículo!
En un artículo «transitorio» se decía que «la Junta pedía y reclamaba de los villaverdinos que decorasen por el día e iluminasen por la noche el frente de las casas». Pero a pesar de los esfuerzos del H. Ayuntamiento y de la R. Junta Patriótica, presidida por el eterno don Basilio, nadie correspondió a tan cortés invitación.
Cuando después de levantarse tenía despachados todos los asuntos de la comuna, si le quedaban un par de horas para ocuparse de los propios, pasaba revista a sus máquinas agrícolas, distribuía el trigo de semilla, hacía acopiar los forrajes o bien montaba a caballo cuando una necesidad de vigilancia le reclamaba más lejos.
Con cómica gravedad, el joven reclamaba también el honor de un antiguo conocimiento.
Palabra del Dia
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