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Otros amantes, mientras más aman, se hacen más dignos del amor, porque el amor hermosea y sublima los espíritus; pero yo, amándote, me degradaba en vez de elevarme, porque pisoteaba juramentos y promesas, y no amándote, me degradaba también, porque recibía de ti inmensos e inestimables tesoros de cariño que no acertaba a pagar.

Sintióse arrastrar sin ver quién le arrastraba; fuerzas descomunales tiraban de sus puños, le golpeaban la espalda, le impelían hacia fuera, sintió abrirse la puerta con estrépito, sintió que su cuerpo recibía una fuerte sacudida, sintióse arrojado y libre de aquellos brazos terribles; cayó al suelo.

Y ansimismo, el Señor á quien era pedido que pisase las tales cosas y prisioneros, recibia y habia, haciendo aquello, posesion y señorío de las tales tierras que ansí eran ganadas y vasallos que en ellas vivian.

El gabinete se hallaba en una especie de torreón cuadrado que la casa tenía por la parte de atrás en uno de sus ángulos. Levantaba por encima de ella algunas varas y recibía luz por los cuatro lienzos de sus paredes. La torre no contenía más que dos habitaciones: la de María, compuesta de gabinete y alcoba, y la de su doncella Genoveva, que constaba de un solo cuarto.

Diariamente, su criada una vieja que había servido á su padre y conocido á su madre recibía de sus manos la pesca necesaria para la manutención de los dos, con una generosidad regia.

»Hacía algunos meses que el conde de Pópoli visitaba con frecuencia a los señores de las cercanías, o los recibía en nuestra casa, donde tenían conferencias secretas. En fin, con gran sorpresa mía, llegué a observar que ya no se dedicaba solamente a la caza.

Una mañana.... Olvidaba decir que en la casa había una gran pieza interior que daba a un patio o corralón muy espacioso, de donde recibía el sol casi todo el día. En dicha pieza tendía Doña Paz la ropa lavada en casa. De muro a muro todo era cuerdas, y cuando estaban llenas de ropa, aquello parecía un bosque de trapos húmedos.

Se repuso no obstante en seguida, y, entrando en la conversación con amable sonrisa, dijo: Vaya, vaya, Ramón; no sea usted mala lengua.... ¡Pobres mujeres en boca de ustedes! No se habla mal sino de la que lo merece, Clementina respondió éste animado por el cable que impensadamente recibía. De todas hablan ustedes.

Pero esto no colmaba su deseo, no satisfacía su amor propio, sería un placer efímero y una venganza... ¡y además era casi imposible! Pocas veces se había atrevido a visitar a la Regenta, que no le recibía si no estaba don Víctor en casa.

No podía sufrir las miradas y las alusiones de doña Cinta. Y como si no tuviese bastante con esta emoción, recibía horas después la noticia del mal estado de su capitán, lo que le obligaba á emprender el viaje á Marsella inmediatamente.