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Actualizado: 29 de mayo de 2025


¿Y quién le ha enseñado esa lección? Excelentísimo señor, yo. ¡Vos! ¿Pero á quién servís? Me sirvo á mismo. Pero si el rey dice que ha hablado con el duque de Uceda... Y tiene razón; como que yo le he metido al duque de Uceda en su recámara. Venid, venid conmigo, bufón, y hablemos donde de nadie podamos ser escuchados. Eso quiero yo. Seguidme. No por cierto.

El molido se recogió en su morada, e la dueña, dando ventanazo, se refugió en su recámara, matando las alimañas e correderas que encontraba al paso en el desván, no cansándose de maldecir por hombre que tan mal defendió el paso, e revolviendo en su mente la traza de vengarse de amante tan amilanado.

Como armamento ostenta la capitana dos lombardas de recámara cerrada, en la batería, debajo de la tolda, y seis falconetes en las regalas altas de los castillos.

Después salió de la trastienda doña Catalina, dió algunas monedas de plata á la tendera, se metió en la silla de manos y mandó que la llevasen á su casa. Cuando entró en ella, se encerró en su recámara con Rivera. Voy á encargaros le dijo de una comisión muy reservada, y tanto, que si cumplís bien, os saco una bandera para Flandes, y antes de dos años os hago capitán de infantería.

Sobre algunos ahumados y dentados ladrillos, descansa un tosco cañón de hierro de gran calibre. Su. ánima está destrozada, el herrumbre cubre su áspera superficie, y en su desportillada boca relucen en las horas de sol los ojillos de los verdes lagartos, que buscan la vida, en la que fué recámara de la muerte.

Entendió Andrés que por él lo decía, y riéndose, dijo: Señora doncella, ésta es mi recámara y éste es mi pollino: si vos halláredes en ella ni en él lo que os falta, yo os lo pagaré con las setenas, fuera de sujetarme al castigo que la ley da a los ladrones.

Traía por padrino a un primo hermano de Luscinda, y en toda la sala no había persona de fuera, sino los criados de casa. De allí a un poco, salió de una recámara Luscinda, acompañada de su madre y de dos doncellas suyas, tan bien aderezada y compuesta como su calidad y hermosura merecían, y como quien era la perfeción de la gala y bizarría cortesana.

El Corregidor, creyendo que algunos hurtos de los gitanos quería descubrirle, por tenerle propicio en el pleito del preso, al momento se retiró con ella y con su mujer en su recámara, adonde la gitana, hincándose de rodillas ante los dos, les dijo: Si las buenas nuevas que os quiero dar, señores, no merecieren alcanzar en albricias el perdón de un gran pecado mío, aquí estoy para recebir el castigo que quisiéredes darme; pero antes que le confiese quiero que me digáis, señores, primero, si conocéis estas joyas.

Pues bien: la noche que me tocaba de guardia en la recámara de la reina, cuando su majestad se había acostado; abría silenciosamente la puerta de aquel pasadizo y me iba... á la reja. Hacíais mal, muy mal. No se trata de si hacía mal ó bien, sino de que sepáis de qué modo he podido tener pruebas... de los amores ó al menos de la intimidad de don Rodrigo Calderón con la reina.

Precedieron ciento tres acémilas buenas y bien aderezadas de reposteros nuevos de lana; las seis que traían la recámara se cubrian con reposteros de terciopelo morado bordados de plata y oro con sus armas. Después comenzó á entrar la caballería de Córdoba, dellos de camino y dellos de rua.

Palabra del Dia

ciencuenta

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