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Pues ¡mejor, hijo, mejor! ¡Yo quiero mucho a Linilla!... Gabriela será muy elegante, muy bonita, muy rica, ¡cuánto quieras! pero donde está Angelina.... Era preciso irse. Bien, tía... dije levantándome ya es hora, de montar a caballo.... ¿No te despides de tu madrina? , ¡cómo no! Nos dirigimos a la recámara. Tía Carmen estaba cerca de la cama, sentadita en su sillón.

Basta; lo que me tengáis que decir me lo diréis en un memorial. ¿Y cómo podré dar á vuestra majestad ese memorial, rodeada como está vuestra majestad siempre de enemigos pagados por el duque? Dejad esta tarde vuestro memorial en uno de los mirtos que están bajo los balcones de mi recámara, en el palacio de El Pardo . Y me retiré al interior de la carroza.

La voz calló, los pasos se alejaron, rechinó la puerta, y luego todo volvió al silencio anterior. Instantáneamente la duquesa se lanzó fuera del dormitorio y de la recámara de la reina, entró en la cámara donde poco antes había estado hablando con el rey y corrió á una campanilla y la agitó con violencia. Entró una de las doncellas de la servidumbre.

"Ya, cuando quieren reformar consciencia y satisfaceros vuestros sudores, sois librados en la recámara en un sudado jubón o raída capa o sayo, ya, cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria. Pues, ¿por ventura no hay en habilidad para servir y contentar a éstos?

Toma esta llave, entra en mi recámara, y abre el armario; en uno de sus tableros hay un cofre pequeño muy pesado, tráetelo. ¡Oh, y sin perder un minuto, traeré también á vuecencia equipaje! Bien, escucha: pon algunos trajes de corte; es posible que sin descansar me plante en París. ¿Y va á ir vuecencia solo? Enteramente solo; pero ve, mi buen Díaz, ve que estamos perdiendo el tiempo.

Seguras ya y ciertas Camila y Leonela que Anselmo estaba escondido, entraron en la recámara; y apenas hubo puesto los pies en ella Camilia, cuando, dando un grande suspiro, dijo: »¡Ay, Leonela amiga! ¿No sería mejor que, antes que llegase a poner en ejecución lo que no quiero que sepas, porque no procures estorbarlo, que tomases la daga de Anselmo, que te he pedido, y pasases con ella este infame pecho mío?

Sin saber lo que hacía, regresó á la barraca, cogió su escopeta detrás de la puerta, y salió corriendo, mientras instintivamente abría la recámara de su arma para ver si los dos cañones estaban cargados. Batistet se quedó junto al caballo, intentando restañarle la sangre con su pañuelo de la cabeza.

La lentitud de la duquesa consistía, no en que la fuese difícil escribir, sino en que pensaba más que escribía. Ni un sólo momento durante la conversación con la condesa de Lemos, había olvidado la posición difícil en que se encontraba, esto es: su posición de camarera mayor de una reina que se había perdido en su recámara, mientras ella hacía su servicio en la cámara.

Si vuelven, que no volverán, se quedarán en la sala, y por nada de esta vida las dejaré entrar en la recámara. «No te inquietes ni te aflijas; si hay algo grave te escribiré para que vengas. Sarmiento me ha ofrecido decirme la verdad. Ayer le escribí a Linilla con unos músicos que fueron a San Sebastián a tocar en los oficios de la Semana Santa. ¡Qué Semana Santa voy a pasar, hijito!

Pero comprenderéis que cuando os confieso esto, os lo confesaría todo. ¿Pero cómo podías bajar á los jardines? Por un pasadizo que empezaba en la recámara de la reina, y terminaba en una escalera que iba á dar en los jardines. ¡Ah! ¡también hay pasadizos en el palacio de Balsaín! Un pasadizo de servicio, que todo el mundo conoce. ¡Ah! ¡! ¡es verdad!