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Actualizado: 11 de junio de 2025
15 para que busque en el libro de las historias de nuestros padres; y hallarás en el libro de las historias, y sabrás que esta ciudad es ciudad rebelde, y perjudicial a los reyes y a las provincias, y que de tiempo antiguo forman en medio de ella rebeliones; por lo que esta ciudad fue destruida. 18 La carta que nos enviasteis claramente fue leída delante de mí.
Este año, el poeta de la fiesta era una jovenzuela recién salida de la Universidad, un rebelde, que osaba comparar sus versos con los de Golbasto y además criticaba los trabajos históricos del grave Momaren, su antiguo maestro.
Y si la ferocidad de la rebelde inspiraba terror, nadie perdonaba los celos de la mujer: hasta los más indulgentes para con los delitos de amor, negaban a la pasión de la nihilista toda buena cualidad; la juzgaban fría, dura, salvaje. Y mientras la nihilista aparecía de ese modo bajo una triste luz, los detractores de Zakunine, sin desdecirse del todo, reconocían la inocencia de éste.
Necesidad, fiel executora De qualquiera delito que se ofrece, La publica Ocasion y la secreta Ya ves quan apremiadas y forzadas Del cruel infernal habemos sido, Para venir á combatir la roca Del pecho encastillado de un cristiano Que está rebelde, y mas, que no teme Del niño y fiero dios la grande fuerza.
Era la última noche que íbamos a pasar en San Javier, puesto que debíamos regresar a México el día siguiente, y me metí en cama con ánimo de descansar, indiferente al suceso que tan repetidas veces había turbado mi sueño. La tos, esa noche, me pareció más fuerte y rebelde que en las anteriores.
Pues esperad, saldrá el agua encantada Que hará mi voluntad tan satisfecha, Quanto es la vuestra perfida y dañada, Y aunque esta carne fuera polvos hecha, Siendo con este azote castigada, Cobrará nueva aunque ligera vida, Del aspero rigor suyo oprimida. Menease y estremecese el cuerpo á este punto. Alma rebelde, vuelve al aposento Que pocas horas ha desocupaste. El CUERPO.
Isabel continuó el cura, escribió al Papa una larga carta para justificar su conducta y solicitar su perdón. «No soy una rebelde decía, ni una desobediente; quiero obedecer y morir a vuestros pies, cuando me hayáis hecho el favor de oír una sola palabra para mi justificación.» Inocencio IV había hablado a la Princesa de la excelencia y de la santidad del matrimonio...
Esta nueva versión del drama de Ouchy excitó enormemente la curiosidad pública, y mayor fue aún el interés cuando se supo que, por más que sobre la cabeza del Príncipe pesara la pena de muerte, una voluntad soberana, impresionada por la conversión del rebelde y del descreído, había conmutado esa sentencia por la relegación perpetua en Siberia.
Para que lo fuera por entero, sólo podía ser don Rodrigo Calderón. ¡Tá! ¡tá! os engañáisteis, hermano. Don Rodrigo tiene cartas de la reina. Téngolas yo. Bien puede ser, porque donde entra el sol entra Quevedo. Y aun donde no entra; pero de la reina no tengo más que cartas. Sois leal y bueno. Tiénenme por rebelde. Los pícaros. Y aun los que no lo son. Sois una cosa y parecéis otra.
Aquél había sido un hombre completo, un hombre representativo de su época: soldado de mar y tierra, cautivo rebelde, héroe ignorado, creyente y mujeriego, adulador sin éxito de nobles y ricos. Sólo había faltado en la vida intensa del gran hidalgo el embarque para las Indias.
Palabra del Dia
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