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Actualizado: 29 de junio de 2025
Se acordaba de los largos y reflexivos mutismos del herido después de algunas palabras imprudentes. A los dos días de recibir sus cuidados había tenido un movimiento de rebeldía, evitando el salir con ella á paseo. Pero, falto de vista, comprendiendo la inutilidad de su resistencia, había acabado por entregarse con una pasividad silenciosa.
D. Valentín apretó los puños y se limitó á exclamar con acento un si es no es colérico: ¡Señora!... Luego añadió para sí, cuidando mucho de que no lo oyese Doña Blanca: ¡Maldita sea mi suerte! Y no bien lanzada la exclamación, se asustó don Valentín de la blasfema rebeldía contra la Providencia que su exclamación implicaba, y se tuvo un instante por primo hermano del propio Luzbel.
Yo proclamo mi sangre filipina, Y tengo la altivez del viejo roble. He heredado mi roja rebeldía De un valiente sultán invicto moro. Es mi sola heredad, y a fe mía, Yo la guardo como único tesoro... Alma presa de dolencia, Nunca encontrarás clemencia Si no te acudes a mí: Yo tu tristeza sentí, Alma presa de dolencia. Rosa de melancolía, Toda pasión y dulzura, ¿Quien te dará su alegría?
Ya está el héroe otra vez sobre la escena con su porte viril, pero... ¿y su fuerza? Su fuerza no es la loca rebeldía del que quiere vivir; es la resignación, es la alegría del vencido en la lucha, que no le importa nada su derrota porque trae la paz, aunque en sus garras lleve su voluntad deshecha y rota.
Siendo muy jóvenes aún, perdimos a nuestros padres y quedamos bajo la tutela de nuestro tío, el duque de Arcos, del que no pretendo hacer el retrato, porque fue muy conocido. En su juventud, había sido virrey de Nápoles, y su dureza e inflexible rigor causaron la desgracia del pueblo, a quien trataba como esclavo, conduciéndole de este modo a la desesperación, a la rebeldía.
Pero la rebeldía bien conocida de estas dolencias exige tambien otros medicamentos, tales como, el guayaco, la clematis, el mezereum, el azufre, la zarzaparrilla, el zinc, el grafito...., por ser los mas análogos de la dulcamara en su accion sobre la piel.
La madre se marchaba tranquila, viendo asegurado el porvenir del pequeño; porque aquel hombre pródigo en violencias también lo era en generosidades. Al final no le faltaría á su hijo un pedazo de tierra y un buen hato de ovejas. Estas adopciones provocaron al principio una rebeldía de Misiá Petrona, la única que se permitió en toda su existencia. Pero el centauro la impuso un silencio de terror.
Acostumbrada á ver en los salones de su casa á muchos hombres que habían empezado su carrera siendo pobres y ahora eran millonarios, se imaginó que esta era inevitablemente la historia de todos los humanos y que á Edwin le llegaría su turno. Pero la madre velaba, y cortó con una enérgica resolución esta rebeldía mansa. La señora y la señorita Haynes desaparecieron de su hotel.
A veces, si el choque era mayor, la punta del Goethe, en gallarda rebeldía, alzábase por encima de las olas, sin que éstas llegasen a invadirla. La gente menuda pataleaba entonces de entusiasmo, prorrumpía en aclamaciones y saludaba la valentía del buque con una salva de aplausos.
El fulgor purpurino de la tarde caía directamente sobre su rostro y hacía resaltar claramente los pliegues y las arrugas que se habían grabado en él durante esos tres últimos años. Penas sombrías parecían asediar su frente; sus ojos habían perdido el brillo y sus labios estaban agitados por un movimiento nervioso en que creí leer a la vez una melancólica sumisión y una impotente rebeldía.
Palabra del Dia
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