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Se amaron sin arrebato, con una pasión fría y calmosa, más por la comunidad de ideales que por la instintiva aproximación del sexo; un amor de revolucionarios, con el pensamiento dominado por la rebeldía contra lo existente, sin dejar sitio a otros entusiasmos.

Se había escapado de casa. Y tenía que confesarse que el placer de estar allí era mayor, por lo mismo que era un acto de rebeldía su presencia en tal sitio. Los ensayos siempre habían sido el encanto de Reyes. No se explicaba él bien por qué los prefería a las funciones más solemnes y magníficas.

No había miedo de que algún habitante del reino celestial intentase una segunda sublevación pretendiendo continuar la rebeldía de Lucifer. Eran demasiado listos los de arriba para incurrir en error tan grosero.

Y cuando se empieza a escribir, como cuando se comienza a hablar, es inevitable el balbuceo. Me faltan las palabras, huyen los conceptos, se eclipsan las imágenes y se me enreda el discurso. ¡Ay, Dios mío! Sufro lo indecible con este encrespamiento, con esta rebeldía de formas, rasgos, ideas y vocabulario.

Casado con la viuda de Francisco Martín de Alcántara, hermano materno del marqués Pizarro, y que murió a su lado defendiéndolo, trájole ésta pingüe dote. Tomó gran participación en las guerras civiles de los conquistadores, y después de la rebeldía de Girón marchó a España en 1557 con el nombramiento de procurador del Perú.

Carmen, a pesar del amor que profesaba a su marido, tenía movimientos de rebeldía. ¡Si ella hubiese sabido lo que era esta existencia antes de casarse!... En ciertos momentos, impulsada por la confraternidad del dolor, iba en busca de las mujeres de los toreros que figuraban en la cuadrilla de Juan, como si éstas pudieran darle noticias.

Sólo ella no tenía amor; ella y los niños pobres que lamían los cristales de las confiterías eran los desheredados. Una ola de rebeldía se movía en su sangre, camino del cerebro. Temía otra vez el ataque.

Mama Salomé dejaba un hijo, libre como ella y mocetón de quince años, el cual se juró a mismo, para cuando tuviese edad, vengar en la sociedad el ultraje hecho a su madre encorozándola por bruja, y a la vez castigar a los terranovas por la rebeldía contra su reina.

Olvidado éste de sus trabajos políticos y en pasiva rebeldía contra su madre, que apenas si le hablaba, llegó el domingo de su elección. Triunfo completo. Ya era diputado. Pasó la noche estrechando manos, recibiendo plácemes, aguantando serenatas, y a la mañana siguiente corrió a la casa azul par recibir la irónica enhorabuena de Leonora. Lo celebro mucho dijo la artista.

Baila, Fadrique, exclamó D. Diego por tercera vez, notándose ya en su voz cierta alteración, causada por la cólera y la sorpresa. Era tan elevado el concepto que tenía D. Diego de la autoridad paterna, que se maravillaba de aquella rebeldía. Déjele V., señor de Mendoza dijo la hidalga viuda. El niño está cansado del camino y no quiere bailar. Ha de bailar ahora.