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Actualizado: 28 de junio de 2025
Con doña Luz estuvo muy fino y amable, y doña Luz asimismo lo estuvo con él. Los chistes urbanos, las anecdotillas picantes, sin rayar en libres, las pinturas de las intrigas y lances de Madrid, referidos con ligereza y primor por don Jaime, divirtieron mucho a doña Luz y la hicieron reír; cosa que le agradó y pasmó, porque no era fácil para la risa.
Terminada la cena y la conversación, todos se acostaron sobre sendos montones de hierba seca y durmieron como unos patriarcas. Don Paco se despertó y levantó al rayar el día imitando a los que le albergaban. Supuso, para salir del paso, que iba a Córdoba; en este supuesto los boyeros le indicaron el camino que debía seguir.
»Pálido, delgado, la tez morena, la frente arrugada, Teobaldo, que apenas contaba veinte años, parecía rayar ya en los cuarenta; pero en cambio era de los hombres más instruidos de Italia en historia y en teología, y conocía a la perfección muchas lenguas.
Mario se sintió molestado por estas palabras y replicó con viveza: ¿Pero qué tiene que ver con esto el deber de conciencia de que usted hablaba? ¡Ahí verá usted! replicó el presbítero con la misma sonrisa de lástima. Y añadió después de una pausa que se prolongó hasta rayar en la insolencia: Los hombres a quienes la Providencia tiene reservados ciertos destinos, Sr. Costa, no se pertenecen.
El mismo agradecimiento apenas ha llegado a rayar aquella piedra tosquísima. Quizá duerman en su corazón escondidos deseos, tanto más fogosos cuanto más contenidos; pero nunca asoman a la lengua. Lo mismo rechaza el amor brutal de Muergo, que el honrado y caballeroso de Andrés o el suave y delicadísimo de Cleto.
Efectivamente, la otra mañanita, al rayar el alba, oí que me llamaban muy bajito dentro del surco... Rojillo, Rojillo. Era mi viejo macho. Miraba de una manera extraña. Vente en seguida me dijo, y haz lo que yo. Lo seguí medio adormilado, deslizándome por entre los terrenos, sin volar, sin saltar casi, como un ratón.
De las frecuentes expediciones a la Tejuca, ya volvíamos a altas horas de la noche, formando alegre cabalgata, ya volvíamos al rayar el alba. No se crea con todo, que las expediciones a la Tejuca eran el mayor encanto que Río tenía para nosotros. Había otro encanto mucho mayor, la casa de la Sra. de Figueredo, centro brillantísimo de la high life fluminense.
Amor y cita, y cita a la media noche, dijo Cigarral, si no me mienten estos jeroglíficos amorosos; y diciendo esto, tomando con maligna reverencia de boca del gozque aquel billete no escrito, le puso en manos de don Lope, quien no reparó o quiso no reparar en las socarronerías de aquella buena maula, ansiando por ver la noche rayar en lo más alto de su carrera.
Esto no es hablar de Paris, ni de Francia, porque ni Francia ni Paris pueden tener culpa de que haya una vieja ridícula. En segundo término del salon, como las últimas figuras de un cuadro, habia una señora con su hija, muchacha graciosísima que podria rayar en los quince ó diez y seis años. Un caballero preguntó á la madre cuándo se casaba la muchacha. La vieja se puso encarnada como un pavo.
Después de saludarse afectuosamente, subieron al carruaje, y éste comenzó a rodar por las calles silenciosas con áspero traqueteo. Cuando salieron por la puerta de Toledo, comenzaba a rayar el día. Al llegar a Carabanchel ya estaba claro. Durante el trayecto, el general y Merelo no cesaron de hablar de política. La mañana despejada.
Palabra del Dia
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