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Actualizado: 22 de junio de 2025


Cuando estuvieron en su gabinete, una estancia lujosamente decorada, las paredes de raso azul, los muebles forrados de la misma tela, se dejó caer en un diván, reteniendo la mano de Miguel que tenía cogida. ¿No sabes?... he despachado al chico de la puerta con un encargo, y a mi doncella con otro... Pero aún nos pueden oír... ¡Mucho cuidado! El joven se sentó a su lado, y la abrazó con trasporte.

Sus pies calzaban medias de seda, ceñía su talle corsé de raso, era pródiga en perfumar el baño, cuidábase con ahínco las manos y, aunque hiciese ostentación de vestir humildemente, la ropa blanca que gastaba era un primor en adornos, lienzos y hechuras: bajo vestidos lisos y de lana, solía ocultar enaguas guarnecidas de costosos encajes.

Viendo que se acercaban con ímpetu formidable los franceses, hice un movimiento envolvente sobre mi ala izquierda, y me metí tras el armario, dirigiendo el raso de metales de la terrible arma de fuego que llevaba en mi bolsillo hacia el marco de la puerta, para que la trayectoria fuese directamente al patio.

Como existen en todo campamento, además del supremo consejo que se celebra en la tienda del General, tantos consejillos como grupos de soldados se escalonan aquí y allá, en la cantina o en campo raso, para echar una caña o tirar un par de cartas, nosotros siempre estábamos dilucidando en corros más o menos grandes la eterna cuestión de nuestro encuentro con los franceses. ¡Cuántas veces, reunidos junto a un tambor, donde había un jarro de vino, dispusimos el paso del río, el ataque del enemigo en su posición de Andújar, u otras hazañas de la misma harina!

La cama de palo santo con pabellón de brocatel de seda, cubierta por una colcha de damasco azul, un armarito de ébano con incrustaciones de marfil, que servía de escritorio al abrirse, una butaca confidente de raso azul, un tocador con espejo, forrado también de raso al igual que las paredes, un armario de espejo, de palo santo como la cama, y algunas sillas doradas.

Esto nos proporcionaba, frecuentemente, la sorpresa de pernoctar a campo raso o bajo el alero desmantelado de alguna granja; pero lo que hacía más accidentada nuestra excursión es que ni uno ni otro sabíamos una palabra alemana. No las teníamos en la punta de la lengua, como dicen los cómicos.

El miedo de ofender a las mujeres no permitía a los combatientes herir con el acierto que hubieran empleado a medirse cuerpo a cuerpo y en campo raso.

No tenía acopio hecho de estos términos; pero una facilidad asombrosa, una especie de máquina para producirlos cuando los necesitaba. Ejemplo al canto. Salía yo una noche del teatro; y, como rapaz que á la sazón era, caminaba más que de prisa, casi asustado de verme fuera de mi casa á horas tan avanzadas; como que quizás era aquélla la vez primera que yo las oía sonar hallándome al raso.

En seguida aparece en otro balcón de la casa mejor que está enfrente del Ayuntamiento el niño de seis o siete años más bonito, más inteligente y de más dulce voz que en el lugar hay; y primorosamente vestido de ángel, con tonelete de raso blanco bordado de estrellitas de oro, con refulgentes y extendidas alas y con corona de flores, canta una sencilla y sublime contraesencia, que comienza diciendo: «Esta es la justicia que manda hacer el Eterno Padre....»

... Vuestra Eminencia Ilustrísima es la que ha dicho que la Benina sisaba; lo cual que no es verdad, porque si sisara tuviera, y si tuviera no vendría a pedir. Tómate esa. Por bocona te has de condenar . No se condena una por bocona, sino por rica, mayormente cuando quita la limosna a los pobres de buena ley, a los que tienen hambre y duermen al raso.

Palabra del Dia

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