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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.
Eso mismo digo yo indicó D.ª Gregoria . Bien saben todos que tú no eres ningún rana, y que has escupido en corro con guardias de Corps y valonas, y con generales de aquellos que había antes, tan valientes, que sólo con mirar al enemigo le hacían correr. Y no se trate prosiguió el Gran Capitán de embobarnos con cuentos de brujas como los que desembucha el Sr. de Santorcaz.
No hizo tanto Aspasia, prendada de Alcibíades. Don Quintín se anegaba en un mar de impurezas: sus amorosos aspavientos sólo eran comparables a las convulsiones de una rana sometida a una corriente eléctrica.
Es verdad también que Romero Alpuente no es ningún rana dijo otro de los presentes. ¿Cómo rana? exclamó, animándose, Calleja. ¡Que le sobra talento por los tejados!... Y á usted, señor Carrascosa, ¿quién le ha dicho que yo no soy competente? ¿Quién es usted para saberlo? ¿Que quién soy? ¿Y usted qué entiende de discursos? Vamos, señor don Gil, no apure usted mi paciencia.
Diole mucho que cavilar la racional sospecha; vio las cosas con espíritu sereno y por todas sus caras a la luz de los antecedentes que tenía, y sacó en limpio que, saliera pez o rana en definitiva, era de necesidad, por de pronto, enterar a don Adrián del mal éxito de sus negociaciones, para que Leto, que se hallaría presente, lo tuviera entendido en la correspondiente proporción.
¿Y ahora? ¿Qué dices ahora, Zapaquilda? ¿Dónde están esos hígados? ¿Dónde esas manos? Anda, bruja, pide perdón; si no, te dejo caer como una rana bramaba el cazurrón, zarandeándola en el aire. ¡Déjame, Manín! ¡Déjame, burro! ¡Habrá cochinazo! ¡Mira que grito! Al fin la puso delicadamente en el suelo.
Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros, decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos, entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. ¿Pues su aposento?
El lenguado es ovalado, plano, á fin de que pueda deslizarse entre la arena; la anguila, para poder revolcarse en el cieno, toma formas serpentinas y se convierte en larga cinta; las balderayas, que suelen vivir agarradas á las rocas, tienen nadaderas-manos que las asemejan más á la rana que al pez. La vista es el sentido del pájaro, el olfato el del pez.
Ya, ya..., trabajo te mando... Sobre que no los hay... Y toma... Si los hubiera, costarían un ojo de la cara. ¡Pues a fe que te gustaban a ti poco los zorzales! ¿Y las anguilas? ¿Y las ancas de rana? Nada de esto está por aquí a nuestros alcances sino cuando repican recio.
Graznó una rana, y dijo el mandarincito: «¡Oh, qué hermosa canción, que suena como las campanillas!» «Es una rana que grazna», dijo la cocinerita. Y entonces rompió a cantar de veras el ruiseñor. ¡Ese, ése es! dijo la cocinerita, y les enseñó un pajarito, que cantaba en una rama. ¡Ese! dijo el mandarín mayor: nunca creí que fuera una persona tan diminuta y sencilla: ¡nunca lo creí!
Palabra del Dia
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