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Actualizado: 14 de junio de 2025
Quiso el Señor perseguirla y alcanzóla por el rabo; mas tan fuerte tiró la mona, que el rabo se le arrancó, quedándosele al Señor en la mano. Para lo que voy a hacer, lo mismo da... Y de aquel extraño utensilio formó a la madre del linaje humano.
La misma Obdulia abrió la puerta a Benina, diciéndole que la había sentido subir, y al punto se vio la buena mujer como asaltada de una pareja de gatos muy bonitos, que mayando la miraban, el rabo tieso, frotando su lomo contra ella. «Los pobres animalitos dijo la niña con más lástima de ellos que de sí misma , no se han desayunado todavía».
Y menos mal que puede tener a su lado a su mujer y sus hijos; pero dos leguas más lejos, en la marisma, vive un guarda de caballos, completamente solo todo el año, de cabo a rabo, haciendo una verdadera vida de Robinsón.
Las pocas cartas que el muchacho recibía leíalas ella de cabo a rabo, y frecuentemente dictaba la respuesta: cuando le castigaban, le llevaba la comida a la prisión; algunas veces llegó por su propia autoridad a levantar el castigo, y lo que aún es más grave, a recriminar al profesor que se lo había impuesto. Por la pendiente de la soberanía se llega muy pronto al absolutismo.
¡Vete, vete, canalla, no me des coba tan sucia! Después que has sido para mí un perro te vienes con esa. Un ladrón en la horca no está más arrepentío que yo, María. Díme que me tire al agua y me verás hacerlo. ¡Ya! Si te mandase tirarte al vino, acaso... ¡Si supieses las penitas que estoy pasando! ¡Calla, calla, perro! Eso es, las de un perro cuando le cortan el rabo.
Contóme de cabo á rabo todas las crónicas municipales de su vecindario, las disputas permanentes del Ayuntamiento y los vecinos con los administradores del real sitio, las miserias de los habitantes, su modo de vivir y sus alegrías en las épocas en que la Corte reside en San Lorenzo.
Su voz algo aflautada sólo rendía el pabellón ante el ceceo cubano de la Amézaga capitana. Oigamos el concertante. Pues éste lo compré hoy decía Lola remangando desenfadadamente la manga de su vestido de muselina rosa con lazos de raso granate obscuro, y enseñando un brazalete de cuyo aro pendía un cochinillo retorcido de rabo y potente de lomo, ejecutado en fino esmalte.
Y subieron a la acera de la Lonja, pasando por entre los grupos de gente menuda que, con un dedo en la boca o hurgándose las narices, contemplaba respetuosamente los pastorcillos de Belén y los Reyes Magos hechos de barro y colorines, estrellas de latón con rabo, pesebres con el Niño Jesús, todo lo necesario, en fin, para arreglar un Nacimiento.
Destacábase en el pórtico, secular cancerbero, una Esfinge de piedra, ¡una viva y rugiente Esfinge de piedra!... En vez de proponernos cuestiones insolubles para devorarnos si no las resolvíamos, como a Edipo y a tantos otros mortales, huyó a nuestra vista arrastrando el rabo. Un rabo tan pesado, que hacía un surco en la tierra que se dijera el lecho seco de un torrente.
Entonces el Cigarrero, por última inspiración, soltó la capa, se agarró fuertemente al rabo de la bestia y comenzó a colearla; dio tantas vueltas, que al fin cayó mareado; el Gordo la llevó con la capa lejos.
Palabra del Dia
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