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Actualizado: 20 de mayo de 2025
En aquel recinto regio fueron muy pocos los que alcanzaron entrar, bajando todas las esclavas a recibir a su nueva señora con las demostraciones más ardientes de regocijo; unas danzaban al son de los albogues y adufes, y otras le cantaban al antiguo uso de Córdoba y del Cairo estas lisonjeras cásidas de versos: Entra aquí, entra aquí en estos jardines de arrayán, rosa y jazmines, entra, sí, cual reina por sus confines.
¡Parece la princesa Micomicona! dijo Lola Amézaga, que aquella mañana no se había pasado menos de dos horas al espejo, ensayando el regio modo de andar de la sueca. ¡Qué empaque! observó Luisa Natal . No, buena moza, ya lo es. ¡Cuidado con el talle! ¡Y qué manos! ¿No se las habéis reparado?
Era aquel personaje hombre de avanzada edad, cuyos largos cabellos y barba blancos le daban venerable aspecto, realzado por el amplio ropaje de color púrpura que lo cubría hasta los pies. Ahí tenéis á Roldán de Parington, secretario regio, dijo el señor de Morel.
Se presentaba en su imaginación lo bien que se portaba Echeloría, huraña como un gato y firme como una roca, veía el desprendimiento regio y la nobilísima conducta de Salomón, y se consideraba indigno, y quería, al recordar sus infidelidades con Chemed, que se abriese la tierra y le tragase.
Desde Santo Domingo bajamos hacia el río Tormes, pasando por un barrio en ruinas, en el cual hubo, hasta los tiempos de Enrique IV, un antiquísimo Alcázar Regio, que los monárquicos salmantinos de entonces juzgaron oportuno destruir, con anuencia del mismo Rey, para que no lo ocupasen los rebelados nobles. En aquella parte de la ciudad estuvo también la Judería.
La madre de Mohamad recibió a la futura Sultana como a hija la más querida; la carrera de ésta desde su palacio a un extremo de la ciudad, hasta el regio albergue, fué un verdadero triunfo.
En esto la charanga entonó con energía la marcha real; todos los rostros se volvieron al mirador regio donde apareció la reina Isabel: algunos batieron palmas; otros dijeron «chis, chis,» porque la atmósfera política estaba entonces encapotada con ciertos nubarrones que descargaron no mucho tiempo después.
Tras ellos veo numerosos caballeros procedentes del Limosín, Saintonges, Quercy, Poitou y Aquitania, con el valiente Guiscardo de Angle en último término, el del jubón púrpura y ferreruelo guarnecido de armiño. ¿Qué de los caballeros situados á este lado del salón? Son todos ingleses, unos del séquito regio y otros, como vos, capitanes de compañías auxiliares ó del ejército.
El abono que tomaron en el Real a un turno de palco principal fue idea de D. Baldomero quien no tenía malditas ganas de oír óperas, pero quería que Barbarita fuera a ellas para que le contase, al acostarse o después de acostados, todo lo que había visto en el Regio coliseo. Resultó que a Barbarita no la llamaba mucho el Real; mas aceptó con gozo para que fuera Jacinta.
Pero pronto cayó en la cuenta de que era un disparate. Sobre que se le mojaría, porque el día estaba lluvioso, no era propio aquel regio atavío del lugar, personas y ocasión de la visita. Tiempo tenía de darse pisto con el abrigo, la capota y otras prendas. Encargó a Fortunata que se vistiese con sencillez, y ella se puso algo más apañadita, de modo que resultase siempre la conveniente distancia.
Palabra del Dia
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